Había una vez, una noche muy especial, era la noche de Nochebuena, y los renos de Santa Claus estaban muy ocupados preparando todo para el gran viaje. Pero, como siempre, había un pequeño problema: ¡uno de los renos, llamado Rocco, se había olvidado de estudiar el mapa!. Rocco era el reno más travieso de todos, y a veces se distraía viendo las estrellas o jugando a esconderse en la nieve.
—“¡Rocco, estamos listos para salir, pero no sabes ni por dónde vamos!” —gritó Rudy, el reno líder, mirando su reloj y saltando de impaciencia.
—“¡Ay, perdón, Rudy! ¡Pero creo que me comí el mapa!” —respondió Rocco, mirando avergonzado su pancita.
—“¡Vaya lío!. Ahora vamos a llegar tarde y los niños de todo el pueblo de Kiko no van a tener sus regalos a tiempo. ¡Nos vamos a perder!” —dijo Cometa, el reno más rápido, mientras volaba por los cielos en círculos.
En ese momento, algo increíble ocurrió. Mientras Rudy miraba preocupado al cielo, vio un paquete brillante que caía lentamente del aire, justo al lado del trineo. ¡Era un paquete gigante, envuelto con papeles dorados y una etiqueta que decía «Para los renos perdidos»!. Los renos se miraron confundidos.
—“¿Qué es esto?” —preguntó Rocco, alzando una ceja.
Rudy, con mucho cuidado, rompió el envoltorio, y dentro encontró… ¡un móvil!. Pero no un móvil cualquiera, ¡un móvil mágico!. La pantalla brillaba y, cuando lo encendieron, apareció un mapa gigante con luces brillando.
—“¡Es un GPS! ¡Este móvil nos llevará al pueblo de Kiko!” —gritó Rudy, mirando la pantalla, que mostraba un puntito en el mapa.
—“¡Vaya, qué invento más raro! ¡Podemos seguirlo y llegar rápido!” —dijo Rocco, saltando de alegría.
Pero, como era de esperar, Rocco no podía dejar de tocar botones en el móvil. Al principio, puso el GPS en «Modo Fiesta» y empezó a sonar música de baile.
—“¡Eso no nos va a ayudar a llegar rápido!” —dijo Rudy, mientras trataba de detener a Rocco, que ya se había puesto a bailar en el aire.
—“¡Lo sé, lo sé! Pero es que esta canción me hace mover las orejas y la nariz, mira!” —respondió Rocco, girando en el aire y haciendo piruetas.
—“¡No es momento para bailar, Rocco!” —exclamó Cometa, que ya estaba nervioso.
Finalmente, Rocco tocó el botón correcto y el GPS los guio por el cielo estrellado. Pero, claro, el GPS tenía una voz muy graciosa que les daba instrucciones:
—»¡Gira a la derecha a 50 metros! ¡No, no, a la izquierda a 2 metros! ¡Ups, volviste a hacer lo contrario! ¡Vamos de nuevo!» —decía la voz del móvil, haciendo que todos los renos se marearan de tanto dar vueltas.
—“¡Esto es peor que dar vueltas en círculos, Rudy!” —se quejaba Vixen, el reno de las orejas puntiagudas.
De repente, el GPS les dio una última instrucción muy extraña:
—“¡Sigue recto hasta que veas un árbol de Navidad gigante y una casa con un perro disfrazado de reno!”.
—“¿Qué? ¡Eso no puede ser real!” —gritó Rocco, mirando con asombro el móvil.
Siguiendo las indicaciones del GPS, llegaron a la casa de Kiko, donde, efectivamente, había un árbol gigante de Navidad y un perro, ¡con un disfraz de reno calentito puesto!. Kiko estaba mirando por la ventana, sin saber que los renos estaban justo enfrente.
—“¡Lo conseguimos, chicos! ¡Aquí están todos los regalos!” —gritó Rudy, mientras aterrizaban suavemente.
Los renos empezaron a dejar los regalos por toda la casa. Pero, antes de irse, Rocco decidió tomar una selfie con el perro disfrazado de reno y el árbol gigante, eso había que inmortalizarlo para su Instagram.
—“¡La Navidad nunca había sido tan divertida!” —dijo Rocco, mientras se ponía una pata en la cabeza para posar.
Finalmente, con el móvil en la mano, los renos volaron al siguiente hogar, felices de haber llegado a tiempo gracias al GPS mágico, aunque un poco escacharrado, con la promesa de que, la próxima Navidad, Rocco no olvidaría estudiar el mapa… ¡ni bailar tanto para no llegar tarde, ni por supuesto, comérselo!.
Y colorín colorado, así, todos los niños del pueblo de Kiko recibieron sus regalos, y los renos solucionaron y vivieron una increíble noche de risas con sus disparatadas aventuras navideñas.
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