Había una vez en un rincón mágico de una habitación, un grupo de osos de peluche que no eran osos comunes y corrientes. ¡Eran guerreros valientes!. Cada noche, cuando la luz se apagaba y los humanos se iban a dormir, se ponían sus brillantes armaduras y empuñaban sus espadas de juguete.

El líder de los osos era un valiente oso llamado Lord Peluchín. Tenía una armadura dorada que brillaba como el sol y una espada hecha de un brillante plástico que reflejaba todas las estrellas del cielo. Sus amigos eran la guerrera Rosita, con su armadura rosa y su espada de arco iris, y el fuerte oso Gruñón, que siempre tenía una expresión de determinación en su rostro.

Una noche, mientras todos los juguetes estaban en su sitio, un misterioso ruido vino del armario. Lord Peluchín reunió a su equipo. «¡Es hora de la aventura!» gritó, y todos los osos de peluche se alinearon en formación de batalla.

Cuando se acercaron al armario, encontraron una puerta secreta que nunca habían visto. Gruñón, que no era muy amante de las sorpresas, dijo: «¿Y si hay monstruos adentro?» Pero Rosita sonrió y dijo: «¡O tal vez hay dulces mágicos!»

Con un grito de guerra, abrieron la puerta y entraron en un mundo lleno de caramelos y golosinas. Todo era de colorido y brillante, y los árboles eran de regaliz. Pero de repente, ¡un dragón de gomita apareció! Tenía ojos de chicle y una sonrisa pegajosa.

«¡Alto ahí, valientes osos! Soy el Dragón Dulce y guardo este tesoro de caramelos. Solo se lo daré a aquellos que puedan hacerme reír», dijo el dragón.

Lord Peluchín pensó rápidamente. «¡Rosita, cuéntale tu mejor chiste!» Rosita respiró hondo y, con una gran sonrisa, dijo: «¿Por qué va la caja al gimnasio? ¡Porque quiere ser una caja fuerte!». El dragón se rió tanto que casi se cae del pedrusco donde estaba subido.

Pero el Dragón Dulce no estaba satisfecho. «¡Ese fue bueno, pero necesito más diversión! ¡Gruñón, tu turno!» Gruñón, que normalmente era serio, se armó de valor y dijo: «¿Qué le dijo un semáforo a otro semáforo? ¡No me mires, me estoy cambiando!». El dragón estalló en risas, pero aún quería más.

Finalmente, Lord Peluchín tuvo una idea. «¡Hagamos un concurso de baile!». El dragón aceptó, y así comenzó una increíble fiesta de baile en medio del bosque de caramelos. Los osos movían sus patas de peluche al ritmo de la música, y el Dragón Dulce hacía piruetas en el aire, todo mientras reían y se divertían.

Al final de la noche, el Dragón Dulce, lleno de alegría, les entregó un saco enorme de caramelos. «Ustedes son los mejores guerreros de peluche que he conocido. ¡Llévense todo esto y vengan a visitarme otra vez!».

Con el saco de dulces en sus espaldas, los osos regresaron a su habitación, felices y cansados. Esa noche, se acomodaron en sus lugares y, mientras los primeros rayos de sol iluminaban la habitación, soñaron con nuevas aventuras.

Y así, los valientes osos de peluche siguieron siendo los guerreros más divertidos del mundo, listos para enfrentar cualquier desafío que la noche les trajera. Y colorín colorado, este cuento ha terminado. ¡Fin!.

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