Había una vez una aspiradora llamada Súper Limpia, que no era una aspiradora cualquiera. ¡No, no, no!. Súper Limpia tenía un secreto muy, pero muy especial: ¡era mágica!. Cada domingo, cuando la casa estaba vacía y todos salían a pasear o a hacer cosas súper divertidas, Súper Limpia se activaba sola, como por arte de magia. Y lo mejor de todo… ¡no solo aspiraba el polvo!.

Cada vez que Súper Limpia comenzaba su trabajo, ¡era como una fiesta!. No solo aspiraba el suelo, sino que aspiraba todos los juguetes que estaban tirados por ahí. ¡Sí, sí! Eso incluía muñecos, bloques de construcción, peluches y hasta patitos de plástico. Los juguetes volaban por el aire, como si fueran aves migratorias, directamente hacia ella. ¡Era como un desfile de juguetes flotantes!.

Pero ahí no acababa la magia. Cuando los juguetes llegaban al interior de Súper Limpia, se encontraban con algo increíble: ¡un ejército de minisoldaditos que vivían dentro de la aspiradora!. Estos soldaditos no eran unos soldados aburridos. ¡No!. Tenían una misión súper importante: ¡arreglar los juguetes rotos!. Y cuando digo arreglar, ¡me refiero a dejarlos mejor que nuevos!.

Había uno, que se llamaba Capitán Reparador, que se encargaba de pegar las piezas rotas de los muñecos. Siempre iba con su martillo y destornillador, ¡y qué rapidez!. Otro soldadito, llamado Rueditas, era un genio en soldar las ruedas de los coches de juguete. ¡Pero el más famoso de todos era el soldadito Coselín!. Él era el encargado de ponerle ojos nuevos a los peluches y hasta les cosía las orejas torcidas. ¡Los peluches quedaban tan perfectos que hasta se ponían a bailar!.

Un domingo, Súper Limpia decidió aspirar el cochecito de carreras de Javier, que tenía una rueda rota. El Capitán Reparador, con su destornillador, arregló las ruedas en un abrir y cerrar de ojos. ¡Y cuando el coche salió disparado de la aspiradora, casi se escapó volando por la ventana!. Javier, cuando regresó a casa, se quedó con la boca abierta al ver que su cochecito ya corría más rápido que el viento. ¡Nunca antes había ido tan rápido!.

A veces, los minisoldaditos se ponían tan contentos con su trabajo que hasta se daban un respiro y organizaban partidos de fútbol con los muñecos o construían castillos de bloques. ¡Sí, castillos gigantes!. Mientras uno arreglaba, otro jugaba. ¡Era como una fiesta de diversión dentro de Súper Limpia!.

Pero un domingo, cuando la familia volvió a casa, notó algo raro. ¡Todo estaba más ordenado que nunca!. ¿Habrían entrado unos ladrones que eran mega limpios y super ordenados?. ¡Porque los juguetes no solo estaban en su sitio, sino que estaban como nuevos, relucientes y ¡súper limpios!. Javier, que había dejado su muñeco favorito roto y triste en el suelo ese día, lo encontró ahora completamente reparado, con una gran sonrisa de oreja a oreja.

«¿Quién arregló todo esto?» preguntó Javier, mirando a su hermana, que también estaba asombrada.

«¡Yo creo que debe haber sido… la aspiradora mágica!. ¡Mírala, está echando un poquito de humillo!» dijo su hermana, guiñándole un ojo, como si ya supiera el secreto.

Y aunque nunca pudieron ver a los minisoldaditos que vivían dentro de Súper Limpia, siempre sabían que, cada domingo, algo muy loco y mágico estaba ocurriendo en la casa. ¡Súper Limpia y su ejército de minisoldaditos trabajaban a toda velocidad para dejar todo impecable! ¡Era como una película de aventuras en miniatura!.

Desde ese día, Javier y su hermana dejaron siempre sus juguetes recogidos, pero los que estaban rotos… ¡esos los dejaban en el suelo con la esperanza de que, al llegar el domingo, Súper Limpia hiciera su magia! Y aunque nunca los vieron, todos sabían que algo muy divertido y mágico pasaba los domingos en su casa.

Y colorín colorado… aunque nunca llegaron a ver a los minisoldaditos en persona, todos sabían que, cada domingo, algo increíble pasaba en la casa. ¡Y todo gracias a la aspiradora mágica y sus valientes soldados!.

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