
Había una vez dos hermanos llamados Rober y Rita. A los dos les encantaba el sushi. Pero no un poco, ¡les chiflaba!. Si pudieran, desayunarían makis, almorzarían nigiris y cenarían sashimi… ¡con palillos mágicos y servilletas voladoras!.
Un sábado por la tarde, papá y mamá anunciaron algo increíble:
—¡Hoy vamos a cenar al restaurante “SushiBoom Galáctico”! —dijo mamá.
—¿El de la cinta mágica, los robots bromistas y luces de colores? —preguntó Rita emocionada.
—¡Exacto! —dijo papá—. ¡Y tiene una zona de videojuegos con marcianitos y paredes llenas de cómics!.
Cuando llegaron, Rober y Rita se quedaron boquiabiertos.
Había luces de neón por todas partes: luces violetas en el techo, luces verdes que salían del suelo, luces que parpadeaban en forma de maki arcoíris. Y en medio del restaurante, una cinta mecánica gigante subía y bajaba platos entre los dos pisos, como una divertida montaña rusa de sushi.
Y allí estaba él: WasabiBot 3000, un robot plateado con gafas de sol de aviador, luces LED por todo el cuerpo y una voz de presentador de circo.
—¡Bienvenidos, pequeños senseis del sushi!. Soy WasabiBot 3000, ¡el robot más enrollado que un maki de pulpo con calcetines con 2 vueltas!.
Rita y Rober soltaron una carcajada. ¡El robot hacía chistes y saltos mortales mientras servía comida!. Cada plato llegaba volando entre luces de neón y música futurista. Algunos makis tenían forma de estrellas, otros de robots, ¡y uno hasta parecía un Pikachu de arroz!.
En las paredes, cómics legendarios: Capitán Sushi, Tuna Girl, WasabiMan con su capa de alga nori, y Los Rollitos Fantásticos. Incluso había una cabina para tomarse fotos con Samurái Salmón, el héroe del sushi del espacio.
—¡Este es el lugar más genial del universo! —gritó Rober mientras jugaba en una máquina de marcianitos que lanzaba rayos de soja.
—¡Atrápalo si puedes! —dijo WasabiBot lanzando un nigiri como si fuera un frisbee espacial. Aterrizó perfecto frente a Rita, iluminado con luces rosas con destellos que hacían “bling bling”.
Los platos no paraban de aparecer: uno saltaba con música disco, otro giraba como un torbellino, y uno bajó con una cuerda como si fuera un espía de una película de Hollywood. ¡Hasta papá aplaudía con la boca abierta como un niño!.
Luego, los hermanos fueron a la Zona de los Superhéroes Sushi, donde crearon sus propios rollos mágicos.
—El mío lleva atún, aguacate, chispa de dragón… ¡y confeti de cebollino! —dijo Rober.
—Y el mío, salmón, mango y nube de wasabi… ¡con luz verde intermitente! —añadió Rita.
WasabiBot parpadeó como una discoteca y exclamó:
—¡Activando modo Sushi Legendario!.
Las luces bajaron, sonó un gong robótico, y los rollitos de primavera flotaron en el aire como si tuvieran poderes mágicos.
Al final de la noche, con la barriga llena y las sonrisas bien puestas, los niños salieron felices del restaurante.
Antes de irse, WasabiBot les dijo, con voz profunda y brillante:
—Gracias por venir, jóvenes chefs. Y recuerden:
el sushi es sabroso… pero compartirlo lo hace aún más maravilloso.
Rober y Rita se miraron, asintieron y le dieron un abrazo a papá y mamá, dándole las gracias por haberles llevado a un sitio tan… ¡chulo y divertido!.
Y colorín colorado, así, los niños aprendieron que la comida sabe mejor cuando se disfruta en familia… con una buena ración de risas, imaginación y con luces de colores hasta debajo de tu silla.
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