Había una vez, en una pecera enorme llena de plantas, corales de colores y pequeñas burbujas que subían al cielo, dos peces muy especiales llamados Naranja y Rayas. Naranja era el más atrevido de los dos, siempre nadando rápido y haciendo saltos mortales, mientras que Rayas prefería nadar despacito y observar todo con cuidado.
Un día, Naranja nadó rápidamente hacia Rayas y le dijo:
— ¡Rayas, hoy es el día! ¡Hoy vamos a explorar el rincón misterioso de la pecera!.
Rayas, que siempre era un poco miedoso, frunció el ceño.
— ¿El rincón misterioso? ¿Qué hay allí?.
— ¡Un tesoro escondido! —dijo Naranja, guiñándole un ojo.
Rayas miró a su alrededor, y aunque estaba un poco nervioso, no quería perderse la aventura. Así que, sin pensarlo mucho, siguió a su amigo. Nadaron a través de las plantas que parecían árboles flotantes y nadaron por debajo de un castillo de coral, hasta llegar a un rincón lleno de objetos brillantes que Valentina, la dueña de la pecera, había dejado allí. Había piedras de colores, una pelota pequeña de plástico y, ¡un calcetín rosa!.
— ¡Lo sabía! ¡Aquí está el tesoro! —exclamó Naranja, al ver el calcetín. Pero justo en ese momento, algo extraño sucedió.
El calcetín empezó a moverse… ¡y salió flotando hacia arriba! Era un pez gigante, pero no un pez común, sino… ¡un pez calcetín!.
— ¡Ay no! ¡Un pez calcetín! —gritó Rayas, pegándose a Naranja.
El pez calcetín se acercó lentamente, y con una voz grave dijo:
— ¿Quién ha tocado mi calcetín mágico?
Naranja se adelantó, con su valentía a flor de agua, y dijo:
— ¡Yo! ¡Fue Naranja! ¡El más rápido y audaz de todos los peces! Pero no te preocupes, solo queríamos ver el tesoro.
El pez calcetín, que en realidad era un pez muy simpático pero algo torpe, dio una gran carcajada.
— ¡Ja, ja, ja! ¡Es solo un calcetín viejo! Lo encontré hace días y lo guardé aquí como si fuera un tesoro. Pero… si realmente quieren un tesoro, ¡les puedo dar uno aún mejor!.
Y sin más, el pez calcetín comenzó a dar vueltas y a hacer saltitos. En un abrir y cerrar de ojos, ¡las burbujas en la pecera empezaron a bailar! ¡Una lluvia de burbujas enormes comenzó a caer del techo de la pecera! Naranja y Rayas empezaron a nadar entre ellas, riendo sin parar.
— ¡Esto sí que es un tesoro! —exclamó Naranja, mientras saltaba de burbuja en burbuja.
— ¡Y las burbujas nunca se acaban! —dijo Rayas, que por primera vez se olvidó de sus miedos.
Pero, como todo en la vida, las burbujas empezaron a desaparecer, una a una, hasta que todo quedó en silencio. Naranja y Rayas nadaron de vuelta hacia el rincón misterioso, pero ahora ya no importaba tanto el tesoro.
— ¿Sabes qué? —dijo Rayas—, lo mejor de todo no fue el calcetín, ni las burbujas… ¡sino compartir esta aventura contigo, buen amigo!.
Naranja sonrió de oreja a oreja, haciendo una pirueta con triple salto mortal hacia atrás y doble tirabuzón en el agua.
— ¡Sí! Y lo mejor de todo es que en la gran pecera siempre hay una nueva aventura esperando, ¡y siempre podremos nadar juntos!.
Y así, los dos peces naranjas con rayas blancas continuaron su vida en la gran pecera de Valentina, buscando nuevas travesuras, riendo sin parar, y demostrando que lo más divertido de todas las aventuras… es tener a un buen amigo con quien compartirlas.
Y colorín colorado, este cuento pasado por agua y burbujas ha terminado.
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