
Había una vez, en una soleada ciudad llena de árboles altos y flores de colores, un niño de 6 años llamado Enzo. Enzo tenía una imaginación tan grande que, a veces, se le ocurrían ideas tan alucinantes que hasta los pájaros se quedaban sorprendidos. Un día, Enzo estaba jugando en el parque con sus dos mejores amigos, Abril y Darío. Mientras jugaban al escondite entre los árboles, Enzo tropezó con algo raro que brillaba entre la hierba.
—¡Chicos, venir! ¡Mirar esto! —dijo Enzo mostrando una pelota que resplandecía con todos los colores del arcoíris—. ¡Wow, es una pelota mágica!.
Abril, con sus ojos tan grandes como platos y una sonrisa de oreja a oreja, la tocó con un dedo, y de repente… ¡la pelota saltó al aire, hizo 20 vueltas mágicas y luego empezó a bailar como si tuviera dos pies!.
—¡Es una pelota bailarina! —gritó Darío riendo.
Enzo, sin perder tiempo, la lanzó hacia el cielo, y cuando la pelota tocó el suelo, ¡se convirtió en una nube gigante!. Pero no era cualquier nube, no, no. Era una nube con forma de helado gigante, ¡y encima de fresa!. Todos los amigos se subieron a la nube, y de repente comenzaron a volar por el parque como si estuvieran montando una alfombra mágica.
—¡Esto es como en un cuento de hadas, pero más divertido! —dijo Abril dando vueltas mientras se reía.
Pero, ¡oh no!. La nube empezó a girar más rápido e hizo un trompo. ¡Y los niños empezaron a dar vueltas como una licuadora!. Todos se cayeron, pero no os preocupéis, porque aterrizaron… ¡en una piscina gigante llena de gelatina de colores!.
—¡Mmmm, esto está buenísimo! ¡Puedo saltar hasta el cielo! —gritó Darío mientras hacía un salto tan alto que casi toca una estrella.
Enzo se puso tan contento que, sin querer, hizo un chiste:
—¿Qué le dice un gusano a otro gusano? —¡Voy a dar una vuelta a la manzana!, y los niños siguieron riéndose sin parar del chiste tan malo , pero gracioso de Enzo.
De pronto, la pelota mágica, que no dejaba de sorprender a los niños, y se transformó en un dinosaurio de peluche gigante con gafas de sol. El dinosaurio comenzó a bailar un baile muy raro, con movimientos como de un «canguro en patines». Enzo, Abril y Darío intentaron imitar los pasos, pero terminaron bailando como si fueran robots sin tornillos en una pierna.
De repente, los árboles del parque como si estuvieran aplaudiendo, comenzaron a mover sus ramas al ritmo de la música. ¡Era la fiesta más divertida que jamás se había hecho en el parque!.
Después de muchas risas, la pelota empezó a brillar más y más fuerte, como si estuviera pidiendo a los niños que se detuvieran.
—Creo que la magia se está acabando —dijo Enzo con una sonrisa.
Los tres amigos se miraron y supieron que era el momento de regresar a casa. La pelota mágica volvió a su forma original, pero ya no brillaba tanto. Los niños se abrazaron y se dieron cuenta de algo muy importante.
Enzo miró a sus amigos y dijo:
—Aunque la pelota sea mágica, lo mejor de todo es que hemos jugado juntos y nos hemos reído hasta más no poder. ¡Eso sí que es pura magia!.
Y colorín colorado, este cuento de aventuras en un parque cualquiera, por hoy ha terminado.
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