Había una vez una tortuga llamada Tula que era diferente a todas las demás tortugas del mundo. Su caparazón no era de un material duro y pesado, sino que era de galleta, ¡una deliciosa galleta de chocolate! Cada vez que Tula caminaba, dejaba un rastro de migajas detrás de ella, y eso siempre atraía la atención de los demás animales.

Tula soñaba con ser una gran viajera. Un día decidió que era hora de explorar el mundo, así que empacó una pequeña mochila llena de dulces y partió hacia la aventura. Mientras caminaba por el bosque, todos los animales la saludaban. “¡Hola, Tula!” decían los conejos y los pájaros. “¿A dónde vas con ese caparazón tan rico?”

“Voy a ver el mundo y a probar nuevos sabores”, respondió Tula con una gran sonrisa.

Primero, llegó a un lago brillante donde las ranas hacían saltos y croaban alegremente. “¿Qué tal, Tula?” preguntó una rana. “¿Te gustaría unirte a nosotros para saltar?”

Tula sonrió, pero sabía que no podía saltar como ellos. Entonces tuvo una idea brillante. “¡Vamos a hacer una carrera de galletas!” propuso. Las ranas se miraron con curiosidad. “¿Cómo es eso?”

Tula explicó que cada uno lanzaría una de sus galletas al agua, y el que llegara más lejos ganaría. Las ranas se emocionaron y, al unísono, empezaron a lanzar galletas al lago. Pero, cuando llegó el turno de Tula, ella decidió que era hora de mostrar su talento. En lugar de lanzar su galleta, ¡la usó como un escudo!

Cuando la galleta aterrizó en el agua, flotó como un barco. “¡Miren, mi galleta navega!” gritó Tula, y todos comenzaron a reír y aplaudir. Desde ese día, las ranas la nombraron “Tula, la capitana de la galleta”.

Después de divertirse en el lago, Tula siguió su camino y llegó a una colina llena de flores. Allí conoció a una familia de mariposas que danzaban entre las flores. “¿Quieres bailar con nosotras, Tula?” preguntó una mariposa.

“¡Claro que sí!” exclamó Tula. Pero, como no podía volar, hizo algo ingenioso: ¡comenzó a rodar por la colina! Al rodar, sus migajas de galleta se esparcieron por todas partes, y las mariposas comenzaron a revolotear a su alrededor, disfrutando del dulce aroma.

La fiesta fue tan divertida que todos los animales del bosque se unieron: pájaros, conejos, ranas y mariposas. Tula se convirtió en la estrella de la celebración. ¡Hasta el sol parecía brillar más fuerte para verlos bailar!

Finalmente, al caer la noche, Tula decidió que era hora de regresar a casa. Con una sonrisa de oreja a oreja, se despidió de sus nuevos amigos, prometiendo que volvería a visitarlos.

Cuando llegó a su hogar, sus padres la recibieron con los brazos abiertos. “¡Hiciste nuevos amigos y viviste grandes aventuras!” le dijeron, mientras Tula les contaba todas las historias.

Desde ese día, Tula se convirtió en la tortuga viajera más famosa del bosque, y cada vez que regresaba a casa, traía consigo nuevas historias y un poco de sabor del mundo, siempre dejando un rastro de migajas de galleta que hacía sonreír a todos.

Y colorín colorado, este cuento de galletas y aventuras ha terminado. ¡A viajar se ha dicho!.

¿Te has quedado con ganas de otro cuento?. Haz click aquí para leer más cuentos

Síguenos: Facebook o Instagram