Había una vez un niño llamado Michael que soñaba con aventuras emocionantes. Un día, su abuelo le dijo: —¡Vamos a dar un paseo en barca por el mar y luego navegaremos por el río de las montañas yayo!.

Michael estaba tan emocionado que no podía dejar de saltar. ¡Era su oportunidad de vivir una gran aventura!. Así que se subieron a la barca, que se llamaba «La Barca Loca». El abuelo sonrió y dijo: —No te preocupes, Michael. Esta barca tiene un carácter especial.

Cuando comenzaron a navegar, Michael notó que la barca parecía tener vida propia. De repente, comenzó a moverse de un lado a otro como si estuviera bailando.

—¡Yayo! ¿Está bien la barca? —preguntó Michael riendo.

—¡Claro! Solo le gusta divertirse —respondió el abuelo mientras intentaba mantener el equilibrio para no caerse.

Mientras navegaban por el mar, Michael vio delfines saltando alrededor de ellos. Uno de los delfines se acercó y empezó a hacer trucos, como dar volteretas y girar en el aire. Michael aplaudió emocionado.

—¡Mira, yayo! ¡Es como un espectáculo del circo!.

Pero justo cuando estaban disfrutando del espectáculo, «La Barca Loca» decidió hacer su propio truco. De repente, dio un giro inesperado y comenzó a girar en círculos.

—¡Ayuda! ¡No puedo parar de reír! —gritó Michael mientras se aferraba al borde de la barca.

El abuelo trató de controlar la situación, pero «La Barca Loca» seguía girando más rápido. Los delfines comenzaron a reírse también y uno de ellos gritó: —¡Esto es mejor que cualquier espectáculo!.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad (pero fue solo unos minutos), «La Barca Loca» se detuvo abruptamente y lanzó a Michael y a su abuelito al aire como si fueran globos. Ambos cayeron en el agua con un gran “¡Splaaaaaaaash!”.

Cuando salieron del agua, estaban empapados pero riendo a carcajadas. Los delfines nadaron cerca para asegurarse de que estaban bien.

—¿Listo para seguir chaval? —preguntó el abuelito entre risas.

Después de secarse un poco con toallas mágicas que sacaron de la barca (porque sí, «La Barca Loca» tenía todo tipo de sorpresas), continuaron su viaje hacia el río de las montañas.

Al llegar al río, todo era tranquilo y hermoso. Pero «La Barca Loca» no había terminado con sus travesuras. Cuando entraron en el río, comenzó a hacer ruidos extraños como si estuviera imitando animales.

—¿Escuchas eso? —preguntó Michael riendo—. ¡Suena como una vaca!.

Y efectivamente, «La Barca Loca» empezó a mugir como una vaca mientras navegaban por el río. Los peces saltaron del agua sorprendidos y hasta las aves dejaron de cantar para mirar asombradas.

De repente, la barca decidió hacer otra locura: ¡se puso a bailar!. Comenzó a moverse hacia adelante y hacia atrás al ritmo de una música imaginaria. Michael y su abuelo no podían parar de reír mientras intentaban mantenerse en pie.

—¡Esto es increíble! —gritó Michael mientras hacía movimientos tontos tratando de bailar junto con la barca.

En ese momento, encontraron un grupo de patos que nadaban tranquilamente en el río. Al verlos bailar, los patos comenzaron a hacer piruetas en el agua y hasta se unieron al baile con sus propios pasos graciosos.

Michael miró a su yayo y dijo: —¡Nunca pensé que vería una fiesta así en medio del río!.

Finalmente, después de muchas risas y locuras con «La Barca Loca», decidieron regresar a casa. Mientras navegaban hacia la orilla, Michael miró al abuelo y dijo:

—Este ha sido el mejor día de mi vida. ¡Quiero volver a navegar con «La Barca Loca» y contigo otra vez!.

Su yayo sonrió y respondió: —Y yo también quiero más aventuras contigo, pequeño marinero.

Y así fue como Michael aprendió que las mejores aventuras son aquellas llenas de risas y sorpresas inesperadas… ¡y tal vez un poco locas!.

Y colorín colorado,  esta ha sido una de las grandes aventuras de Michael y su yayo, y este cuento barquero locuelo ha terminado.

¿Te has quedado con ganas de otro cuento?. Haz click aquí para leer más cuentos

Síguenos: Facebook o Instagram