
Había una vez, una familia que le encantaba pasear por la mañana. Un día soleado, la familia Martínez decidieron hacer una excursión por la Vía Verde por la montaña del pueblecito de al lado de donde vivían. Papá, mamá, Sofía y su hermano Tomás, se pusieron sus mochilas, se subieron a sus bicicletas y empezaron a pedalear por el bonito sendero rodeado de árboles gigantescos y verdes. El aire fresco olía a hierba y a tierra mojada, mientras el sol brillaba entre las hojas.
Mientras avanzaban, Sofía señaló algo raro en el horizonte: ¡un túnel!. «¿Vamos por ahí?», preguntó con emoción. Papá, siempre dispuesto a la aventura, pedaleó más rápido para llegar primero y hacerles una foto espectacular desde el final del túnel. Así que todos emocionados, se dirigieron hacia el misterioso túnel. «¡Vamos, a ver qué pasa!», gritó Tomás, mientras todos entraron pedaleando.
Al cruzar el túnel, algo extraño ocurrió. De repente, el suelo se movió bajo ellos, las bicicletas comenzaron a brillar con luces de colores y, ¡zas!, ¡se teletransportaron a otra dimensión!. En lugar de la Vía Verde, se encontraron en un bosque lleno de árboles enormes que llegaban hasta las nubes y que hablaban entre sí. Un árbol muy gigante, que tenía cara y bigote, les saludó diciendo: «¡Bienvenidos al Bosque de los Mil Secretos!».
Sofía miró a su alrededor y vio una cascada de chocolate que caía del cielo. «¡Mira, Tomás!. ¡Una cascada de chocolate!». Y Tomás, sin pensarlo dos veces, se lanzó a la cascada y empezó a comer chocolate como si no hubiera un mañana. Papá, riendo, decidió explorar un poco más y encontró un grupo de pájaros que cantaban canciones increíbles de rock. ¡Nunca había oído algo tan bueno!.
Mientras tanto, mamá descubrió una cueva con puertas doradas. «Vamos, chicos, a ver qué hay dentro», dijo, y todos entraron. Allí encontraron un dragón muy simpático que les ofreció un paseo subidos en su espalda. El dragón voló alto, tan alto que Sofía pudo ver toda la otra dimensión mágica desde el aire, parecía que estaban dentro de la peli «La Historia Interminable», mientras Tomás gritaba sin parar: «¡Alucina!. Esto es lo mejor que me ha pasado en la vida, sigue volandoooooo!».
Finalmente, después de un montón de risas y aventuras sorprendentes, todos llegaron a un valle donde había una especie de reloj gigante. «Es hora de volver», dijo el dragón, y con un resoplido, el reloj giró y ¡zas!. La familia volvió a aparecer justo en el túnel de la Vía Verde. «¿Qué ha pasado?», preguntó Sofía, mirando a su alrededor, pero los recuerdos de su aventura eran tan reales que no podían dejar de reír y seguir alucinados.
«¡Eso sí que fue una excursión!» dijo Tomás, mientras todos montaban de nuevas sus bicicletas, listos para seguir explorando por aquel camino de la montaña, mientras Sofía y Tomás pellizcaron a sus papás para comprobar si estaban soñando o estaban allí de verdad con sus bicicletas.
Y colorín colorado, este cuento en familia del túnel mágico casi a terminado. Porque… ¿Qué pasará si los Martínez vuelven a pasar por dentro del túnel?.
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