Había una vez, en un pueblito lejísimos, ¡un lugar donde los cactus no solo estaban llenos de pinchos, sino que además… ¡cantaban!. Sí, como lo oyes: ¡cactus cantantes!. Y no cualquier tipo de canto, ¡sino cantos ruidosos y súper extraños que hacen mover el esqueleto hasta las momias de Egipto!.

Cada año, todos los cactus del pueblo se reunían para participar en el Gran Concurso de Cactus Cantores. Este concurso era tan famoso que los cactus de todo el mundo se ponían nerviosos, y practicaban durante meses y meses… Algunos ensayaban canciones súper elegantes, otros afinaban sus espinas para que sonaran como guitarras… ¡y algunos hasta hacían acrobacias con sus pinchos y bracitos!.

Pero este año, había un cactus muy especial que iba a sorprender a todos. ¡Se llamaba Cacto Peludo!, un cactus italiano que viajaba por todo el mundo haciendo su show en los mejores hoteles de cada continente. Y no, no es que le gustara mucho la peluquería… ¡es que tenía tanto pelo en sus pinchos que parecía un cactus disfrazado de peluche gigante!. Si lo mirabas de lejos, podrías jurar que era una bola de algodón con espinas. Cacto Peludo no cantaba canciones normales como los demás cactus. ¡Él cantaba con ruidos tan raros que hasta los pájaros y las estrellas de las galaxias más lejanas se partían de risa!.

Cacto Peludo se subió al escenario con su gran sonrisa, listo para mostrar su gran talento. El público lo miraba con cara de: «¿esto qué va a ser?». ¡Y entonces comenzó su actuación!.

«¡¡BOING! ¡¡WOOOOSH! ¡¡PLOP! ¡¡BIM BAM! ¡¡PUM TOMA LACASITOS! PIIIIUUMMMBAAA LAARALAAAARALAAAA!».

¡Los cactus del público se quedaron petrificados, sin poder cerrar la boca del alucine que tenían!. Algunos se tapaban los ojos con las espinas de sus manos, otros se caían de risa, y algunos hasta rodaban por el suelo como si estuvieran bailando «La Macarena». ¡Fue un caos total, de tanta risa no se podía estar la gente quieta!. Pero lo más raro de todo fue que, cuando Cacto Peludo hizo “¡BOING!”, ¡un cactus pequeñito que estaba en la primera fila empezó a saltar como si fuera una pelota de goma!. Y cuando Cacto Peludo hizo “¡PLOP!”, ¡un cactus gigante salió de detrás de la cortina del escenario y comenzó a bailar el robot, con movimientos tan torpes que parecía que tenía espinas en los pies como si fuese un faquir andando sobre cristales!.

De repente, ¡todos los cactus del público se unieron a la fiesta!. ¡Un cactus azul empezó a hacer el moonwalker, otro cactus naranja comenzaron a cantar rancheras “¡Aaaaay, maaaaamá, canta y no lloresssss!”, como si fuera un mariachi de México lindo, y otro, un cactus verde se puso a jugar al limbo con las espinas dobladas para que fueran pasando todos los cactus agachaditos sin tocarlo!. ¡Estaba pasando una fiesta cactus-estilo-raro, pero que muy muy muy raro más genial del universo!.

El jurado, que estaba compuesto por tres cactus con gafas de sol, camisa y corbatas, no podía creer lo que veían. Uno de ellos, el más sabio de todos, intentó hacer una pregunta con voz seria: “¿Quién será el ganador, señores cactus?”. Pero antes de que pudiera terminar, ¡todos los cactus en el público gritaron al unísono: “¡Cacto Peludo, Cacto Peludo!”!.

Y así fue. Aunque Cacto Peludo no había cantado nada extraordinariamente bonito ni normal, ¡había hecho que todos se rieran tanto que todos lo consideraron el mejor cactus cantante de todo el universo!. Desde ese día, Cacto Peludo fue el gran rey de la risa en el pueblo y, cada año, todos esperaban su turno para escuchar los ruidos más extraños y ver los bailes más divertidos del concurso.

Y así, Cacto Peludo nos enseñó algo muy importante: no siempre se trata de hacer las cosas perfectas, sino de ser uno mismo y confiar en nosotros, y así podremos conseguir y llegar lo lejos que nos propongamos.

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