El secreto de las gafas mágicas

Había una vez un año donde el verano era brillante y soleado, y Alma estaba de vacaciones en la playa con su familia. Un día, mientras caminaba por la orilla, algo brilló en la arena. ¡Eran unas gafas rosas con brillitos!. Alma las levantó y, con una sonrisa traviesa, decidió ponérselas. Al instante, todo cambió.

Cuando se miró al reflejo del agua, vio que las olas parecían bailar al ritmo de su corazón, y las conchas se alineaban formando un camino. «¡Qué raro!», pensó, «todo está mucho más fácil de lo que pensaba.»

Esa tarde, en la tienda del pueblo, una niña llamada Aura le dijo: «¿Sabes que no eres buena en nada? Mejor vete a casa.» Pero Alma, con las gafas puestas, no se sintió triste. En lugar de eso, la voz de Clara se mezcló con una melodía de un buen musical de teatro, y de pronto… ¡ya no importaba lo que Clara decía!. Y las palabras malas desaparecieron volando hacia un rayo de sol.

Luego, un chico, Max, le dijo que no podía correr rápido. Alma solo se rio, y de pronto… corrió tan rápido como un delfín saltando por el agua, mientras Max se quedaba atrás, sorprendido por lo rápida que era ella. «¡Esto es genial, lo puedo hacer!», gritó Alma.

Las gafas mágicas no solo hacían las cosas más fáciles, sino que también ayudaban a Alma a escuchar su corazón y eliminar el ruido de los demás. Un día, una mariposa amarilla le susurró en la oreja: «La verdadera magia está dentro de ti, Alma. No necesitas que te anules, ni que otros te digan quién eres. ¡Tú ya eres increíble!».

Con el tiempo, Alma aprendió que las gafas no eran las que la hacían fuerte, sino que su verdadera fuerza venía de creer en ella misma sin importar lo que le dijeran los demás. Y aunque las gafas seguían siendo divertidas, Alma ya no las necesitaba para ser feliz, ni valiente, ni superar cada dificultad. Ahora sabía que lo importante era escuchar y seguir el camino que su corazón le decía, y no olvidarse de eso y ni de ella misma.

Y así, en sus vacaciones, y en cada día que venía, Alma descubrió que lo más mágico era lo que llevaba siempre dentro: una gran dosis de confianza, coraje, y sobre todo, cuidar de lo más importante de su vida… ¡ella misma!.

Y colorín colorado, este cuento de Alma y sus gafas rosas ha acabado.

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