Era la mañana de Navidad, y una niña llamada Maite estaba muy emocionada. ¡Era su día favorito del año!. Abrió los ojos, miró el árbol lleno de luces brillantes y los regalos apilados bajo él. Pero había uno que destacaba entre todos, ¡un regalo enorme y brillante, con cintas rojas y doradas!. «¡Este tiene que ser para mí!», pensó Maite, saltando hacia él.

Sin perder tiempo, rompió el papel y, al abrir la caja, ¡se encontró con algo increíble con alas!. ¡Era regalo volador!. Sí, un pequeño cohete con alas doradas y una etiqueta que decía: «¡Este regalo volará y te llevará a mil aventuras!». Maite se quedó mirando el cohete, luego a su mamá, luego al cohete, y finalmente, exclamó: “¿Esto es real?”.

Su mamá sonrió y le dijo: “Es un regalo muy especial. Pero, antes de usarlo, ¡tienes que darle una orden!”.

Maite, con los ojos llenos de emoción, decidió darle su primer comando: «¡Llévame a la tienda de dulces más grande del mundo!» El cohete emitió un pequeño pitido y, antes de que Maite pudiera reaccionar, ¡el cohete comenzó a levitar!. Subió y subió por el aire, ¡y Maite voló detrás de él como si fuera una superhéroe!.

Volaron por encima de su vecindario, ¡y luego llegaron a un lugar increíble! ¡Un gigantesco castillo de chocolate!. Las torres eran de chocolate blanco, los muros de chocolate oscuro, ¡y hasta los árboles estaban cubiertos de caramelo!. Los habitantes de ese castillo eran… ¡duendes de turrón con ojos y sonrisas enormes!, que saludaban a Maite mientras le ofrecían bombones recién hechos.

“¡Gracias!” dijo Maite, tomando una trufa chocolate con chispas de colores. Pero justo cuando estaba a punto de darle un mordisco, el cohete volvió a sonar. “¡Es hora de la próxima aventura!”, dijo el cohete con una voz suave y chispeante.

Maite le dio una nueva orden: «¡Llévame a un lugar con montañas de nieve!». Y de repente, ¡el cohete comenzó a volar tan rápido que Maite sintió el viento en su cara!. Volaron sobre nubes esponjosas hasta llegar a un lugar nevado… ¡un parque de patinaje gigante!. Pero no era un parque de patinaje común. ¡Era un parque de patinaje en el aire!. Las patinadoras volaban, dando giros y saltos con trajes de invierno brillantes y gafas de colores muy chulas, ¡y hasta las ardillas jugaban al hockey sobre hielo!, patinando como si fueran expertas.

“¡Ven, Maite, ven a patinar con nosotras!”, le gritaron las ardillas. Maite, sin pensarlo, se puso unos patines mágicos que aparecieron de la nada con un chasquido y comenzó a deslizarse por el aire, haciendo figuras y saltos. ¡Era tan divertido!. Pero, justo cuando estaba dando su mejor giro, ¡el cohete volvió a sonar!.

“¡Es hora de una nueva aventura!”, dijo el cohete, haciendo un giro y llevándola hacia una jungla flotante llena de plátanos que cantaban y cocodrilos bailarines.

Maite se subió al cohete una vez más, riendo de felicidad, y le dijo: “¡Ya basta de aventuras por hoy!. ¡Llévame a casa!”. Y, en un parpadeo, ¡el cohete la dejó suavemente en su jardín!.

Maite, agotada pero con una sonrisa de oreja a oreja, miró al cohete volador que ya estaba quieto y descansando. “¡Este fue el mejor regalo de Navidad de todos!”, pensó mientras abrazaba al cohete, que ahora parecía ser su nuevo compañero de alucinantes aventuras.

Desde ese día, cada Navidad, Maite esperaba con ansias su gran regalo original, sabiendo que con él siempre tendría una nueva y divertida aventura, junto a ¡su imaginación no tenía límites!.

Y colorín colorado, ¿has escrito ya la carta a Papá Noel deseando tu regalo original o valadoooooooorrrrr?.

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