Había una vez un pequeño pollito llamado Pepe que soñaba con ser un gran cantante de ópera. Desde que escuchó a una gallina cantar en el gallinero, se imaginaba a sí mismo en un escenario, vestido con un elegante frac y con un micrófono en el pico. “¡Voy a ser el mejor cantante de ópera del mundo!” decía Pepe con entusiasmo. Pero había un pequeño problema: ¡cantaba horriblemente mal!.

Cuando Pepe abría el pico, todos los animales se tapaban los oídos. “¡Píooouhhuhuo, píoouiuouuihhhuuu! ¡Ooooiiiiiih, laooooeeehhiiiihhh, laiiiiiiiiiuuuuusssssxiiii!” sonaba como un grito de sirena más que una melodía. Los patos se reían, las vacas movían la cabeza de un lado a otro y hasta los gatos se ponían las patas en los oídos. “¡Ay, Pepe, necesitas clases de canto!” le decían.

Un día, mientras caminaba por el campo sintiéndose un poco triste, Pepe se encontró con una anciana tortuga llamada Doña Turtuga. Ella era conocida por ser la sabia del bosque. “¿Qué te pasa, pequeño?” le preguntó.

“Quiero ser un gran cantante de ópera, pero canto tan mal que todos se ríen de mí”, suspiró Pepe.

Doña Turtuga sonrió y le dijo: “No te preocupes, tengo una pócima mágica que puede ayudarte, pero primero necesitas aprender a cantar bien”.

Pepe estaba emocionado. “¡Haré lo que sea necesario!” exclamó. Así que Doña Turtuga le dio una lista de ejercicios de canto, y Pepe se comprometió a practicarlos todos los días.

Primero, tuvo que aprender a calentar su voz. Se fue a la charca y comenzó a hacer ejercicios de respiración, que sonaban como un pato haciendo yoga. “¡Inhala, exhala, pío, pío!” gritaba, mientras los otros animales lo miraban con curiosidad.

Luego, tuvo que practicar notas altas. Pepe se subió a una roca y empezó a cantar: “¡Laooooooohhhckkkk laiiiuurrrr laaagggggrrriiiiiiiix!” pero en lugar de sonar hermoso, un grupo de ranas se unió y comenzó a croar al mismo tiempo. “¡Eso no ayuda!” pensó Pepe, riendo.

Después de semanas de práctica, llegó el día en que Doña Turtuga le dio la pócima mágica. “Tómala antes de tu primer concierto y verás la diferencia”, le dijo. Pepe, lleno de emoción y un poco de nervios, la tomó de un sorbo. De repente, sintió un cosquilleo en su garganta.

Finalmente, llegó el gran día. Pepe se presentó en el teatro del pueblo, donde todos los animales estaban ansiosos por verlo. Con su corazón latiendo rápido, se subió al escenario. “¡Espero que no se tapen los oídos!” pensó.

Cuando Pepe empezó a cantar, se escuchó una voz clara y hermosa que llenó el teatro. “¡Oooooh, laaaa, laaaaaa!” resonaba, y todos los animales se quedaron boquiabiertos. “¿Es realmente Pepe?” se preguntaban.

A medida que avanzaba la canción, incluso los patos dejaron de reír y empezaron a aplaudir. ¡Era increíble! Pepe se sentía como una estrella. El público estalló en vítores y aplausos al final de la actuación. “¡Eres el mejor cantante de todos los tiempos!” gritó una gallina emocionada.

Desde ese día, Pepe se convirtió en una sensación en el mundo de la ópera. Daba conciertos en teatros llenos de animales que venían de lejos solo para escucharlo cantar. Y aunque había empezado cantando horrible, con esfuerzo y un poco de magia, había logrado cumplir su sueño.

Y colorín colorado, ¡que nunca falten los sueños ni las risas en tu vida, y este cuento de un pollito cantante ha terminado!.

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