El cómic mágico y el dragón volador Chispón

Había una vez un niño llamado Daniel al que le encantaba leer más que nada en el mundo. Pero, no cualquier libro, no. ¡Daniel amaba los cómics!. Los cómics eran su pasión, su alegría, su superpoder para viajar a mil lugares y vivir muchas historias increíbles… Le gustaban ¡incluso más que las galletas de chocolate!. Un día, mientras correteaba por la tienda de antigüedades de su abuelo, vio algo que brillaba mucho más que su mochila llena de lápices de colores nuevos: ¡un cómic con una portada dorada que brillaba como si fuera una estrella fugaz!

El título decía: «Las aventuras del Mago Zacarías y su Dragón Volador».

«¡Wow, este cómic tiene que ser ultra mágico!», pensó Daniel. Así que, sin pensarlo, lo agarró con tanta emoción que casi le da un abrazo y de poco le arranca la portada sin querer de tanta emoción. Corrió a casa tan rápido que se tropezó con su propio zapato. Al abrir la primera página, algo MUY RARO pasó. El cómic empezó a brillar tanto que, ¡BOOM!. Daniel desapareció de su habitación y apareció… ¡en un mundo de cómic!.

Allí, frente a él, apareció un mago con una capa gigante, como si fuera una manta de abrigo, y un sombrero puntiagudo que parecía haber sido tomado de una tienda de disfraces. “¡Hola, Daniel!. Soy Zacarías, el mago. Bienvenido al Mundo de los Cómics Mágicos. Y te aviso, aquí las cosas pueden ponerse muy, pero que muy raras. Como ahora, que tengo un dragón aquí… pero no puede volar porque perdió su fuego. ¡Ni él sabe dónde lo dejó!”, dijo Zacarías con una sonrisa un poco avergonzada mientras se escribía lo que decía encima de su cabeza dentro de un «bocadillo».

Daniel se rió a carcajadas a ver aquella escena muy rara. “¡Oh, Zacarías, eso suena como algo que me pasaría a mí, siempre se me he olvida que he comido en el colegio! ¿Cómo puedo ayudaros?”.

Zacarías rascándose la cabeza sin saber bien por dónde empezar, finalmente le explicó: “Para recuperar el fuego de Chispón, el dragón volador, necesitarás tres cosas: un rayo de sol, una nube de algodón… y una gota de lluvia brillante. Pero, ten cuidado… los guardianes de los elementos son unos bromistas y nadie consigue superar el reto, pues.. ¡Te harán reír tanto que te olvidarás de lo que tenías que hacer!”.

Daniel, que no tenía miedo a nada (excepto a algunas verduras), aceptó el reto encantado y con emoción. ¡Y empezó la aventura!.

El primer desafío fue encontrar el rayo de sol. Daniel pensó por un segundo, levantó la varita que Zacarías que le había dado (que por cierto, era más torpe haciéndolo que un espagueti cocido intentando ponerse recto) … pero, de repente ¡PUM!. Apareció un arcoíris gigante, como si lo hubiera dibujado un gigante con acuarelas. Daniel y sus increíble habilidad para manejar aquella varita hizo que el rayo de sol saltara dentro de una botella con un click, que rápido cerró y guardó como si fuera su gran premio.

El segundo reto era encontrar la nube de algodón. Pero, en lugar de buscarla, Daniel decidió invitarla a un té. Sí, lo sé, suena raro, pero esta táctica de distracción… ¡funcionó!. Daniel puso su varita sobre una pequeña mesa, puso dos tazas de té invisibles, y… ¡la nube de algodón vino lentamente a charlar!. La nube toda esponjosa y feliz, de repente al beber aquel té invisible se convirtió en una bolita gigante y que Daniel atrapó con su varita de nuevo antes de pudiese escaparse.

El último desafío fue encontrar la gota de lluvia brillante. Esta era tan difícil, pero Daniel tenía un truco bajo la manga. Usó su imaginación y la varita, que ya le iba cogiendo el tranquillo, y creó una pista de patinaje con un tobogán acuático, donde lanzó a Chispón por arte de magia con un gran flotador de unicornio y unas gafas de sol en forma de piñas… ¡y ahí estaba, por fin!. Una gota de lluvia brillante resbaló directo hacia su último tarrito de cristal, justo antes de que un pato que también decidió tirarse por aquel tobogán acuático resbalara y saliese volando hasta caer encima de la panza del dragón Chispón. Aquel enorme golpe hizo que el dragón volador se pusiese a toser muy fuerte, recuperando así su mágico fuego, ahora cuando estornudaba le salía el fuego hasta por las orejas.

Con los tres elementos mágicos en su poder, Daniel regresó donde estaba el Mago Zacarías, agitó la varita y, ¡BOOM!. Se creó un fuego tan brillante que hasta los dragones de otros libros de cómics de todo el mundo se quedaron mirándolo. Chispón, el dragón, empezó a brillar con colores como un arcoíris y voló por el aire haciendo un ruido que sonaba como un dragón con tos muy acatarrado, ya podía rugir y escupir fuego y ser el dragón más torpe y tierno lleno de fuego.

“¡YA! ¡Lo logramos, Daniel! ¡Gracias por tu ayuda, mira que feliz está Chispón!”, dijo Zacarías mientras Chispón hacía piruetas en el aire dejando chispas de fuego por todas partes.

Justo en ese momento, apareció una gran niebla y el cómic se cerró con un «clock», y Daniel apareció de vuelta en su habitación, abrazando el cómic como si fuera el mayor trofeo de la carrera de obstáculos de la competición más importante del mundo.

“¡Buaaala, eso estuvo genial!”, dijo Daniel. “¡Ahora quiero un dragón como Chispón para mi cumpleaños y que viva en nuestro jardín!”.

Y colorín colorado, a veces, las aventuras más increíbles suceden cuando usas tu imaginación para pensar de manera diferente para resolver los problemas. Y no olvides que, si algo se pierde (¡como el fuego de un dragón!), ¡siempre hay una manera divertida de recuperarlo!.

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