Había una vez, en una gran ciudad, un niño llamado Oliver. Oliver no era un niño común y corriente. ¡A él le encantaba la cocina!. Pero no le gustaba hacer las recetas tradicionales como pasta con tomate o bizcochos de chocolate. No, no, no. ¡Oliver adoraba mezclar los sabores más raros y crear platos que solo un genio podría inventar!.

Un día, mientras su mamá preparaba una aburrida sopa de pollo, Oliver decidió hacer su propia receta. ¡Iba a crear la gran «Sopa Espacial»!. Llenó una olla con todo lo que encontró en la cocina: jugo de naranja, pepinillos, helado de vainilla, ¡y hasta galletas de mantequilla!. Revolvió todo con una cuchara gigante, y cuando probó el primer sorbo, su cara brilló como si hubiera descubierto un nuevo planeta.

—¡Es la mejor sopa del universo! —gritó Oliver, saltando de felicidad.

Al principio, sus padres pensaron que Oliver había perdido la cabeza. Pero él no se rindió. Cada día, se despertaba con nuevas ideas locas. Un día, preparó «Arroz con mermelada de fresa y albóndigas al limón». Al siguiente, inventó un «Pastel de chocolate con pimientos rojos y plátano de Canarias». ¡Nada parecía imposible para Oliver!.

—Oliver, ¿estás seguro de que quieres hacer eso? —le preguntaba su papá, mirando las mezclas extrañas y coloridas que invadían la cocina.

Pero Oliver sonreía de oreja a oreja y decía: —¡La cocina es magia, papá… Prueba, prueba!.

Y entonces, un día, sucedió algo aún más increíble. Mientras estaba experimentando con su receta más rara hasta ahora (¡una pizza de uva con puré de aguacate y crema de cacahuate!), Oliver encontró un tarro misterioso en en el fondo de un cajón de la cocina. El tarro, que había sido de su tatarabuela, tenía una etiqueta que decía: «Polvo Mágico de Sabores Extraños de la Tatarabuela». Oliver, sin pensarlo dos veces, abrió el tarro del cual salió un aroma muy especial, y espolvoreó un poquito de polvo en su mezcla de pizza.

Al instante, la pizza comenzó a brillar como una luciérnaga en medio de la noche. ¡Olía a todas las frutas del mundo, pero también a algo… ¡raro!. Oliver dio un mordisco y, en el momento exacto, ¡su cabello comenzó a bailar! Sí, ¡su cabello empezó a hacer pasos de bailes de salsa!.

—¡Wow! ¡Esto es magia pura!. —gritó Oliver, mientras su nariz comenzaba a oler a manzana verde, y su dedo meñique, ¡a chocolate!.

De repente, las paredes de la cocina comenzaron a moverse al ritmo de su comida. El gato de la familia, que nunca había sido fan de las zanahorias, empezó a dar saltos de felicidad mientras mordía un trozo de la zanahoria que estaba usando en su extraordinaria receta. ¡Incluso las plantas en el jardín se oían como cantaban!. ¿Qué estaba pasando?.

La noticia sobre el “Polvo Mágico de Sabores Extraños” se esparció rápidamente por toda la ciudad, y no pasó mucho tiempo antes de que el Chef Gusto, el chef más famoso del país, llegara a la puerta de la casa de Oliver, con una cara tan asombrada como un gato mirando un ratón de cartón.

—Oliver —dijo el Chef Gusto, con voz asombrada—, he probado muchos platos raros, pero lo que tú haces… ¡es una locura deliciosa!. ¿Te gustaría ser el chef más famoso del país?.

Oliver saltó de alegría, tanto que casi derrama una olla de «Espaguetis con Galletas de Chocolate y Salsa de Kiwi». ¡Eso sí que sería una mezcla explosiva y deliciosa con la ayuda del tarro de su Tatarabuela!.

Con el tiempo, Oliver comenzó a esforzarse y aprender de los mejores chefs, y se convirtió en uno de los tres cocineros más famoso de todo el mundo. Su restaurante, «La Tatarabuela», era tan popular que la gente hacía fila durante horas para probar sus platos. Tenía recetas como «Tarta de Chocolate con Pollo al Curry», «Pizza de Donuts con Mostaza» y su especialidad, «Helado de Menta con Patatas Fritas y Salsa de Tomate».

Un día, el Presidente del país visitó su restaurante y probó su famosa «Sopa de Pera con Acelga y Galletas de Ajo».

—Oliver, ¡esto está delicioso! —exclamó el Presidente, mientras su pelo se levantaba por el sabor—. ¡Quiero que cocines en mi fiesta de Navidad!.

Oliver, con una sonrisa traviesa, le respondió: —¡Claro, pero necesitaré 500 kilos de espaguetis, 1 tonelada de chicles y una tonelada de polvo mágico de mi tatarabuela!. ¡Eso lo hará aún más divertido y todo tendrá un gran sabor delicioso!.

Y colorín colorado, así, el pequeño niño, ahora siendo un gran hombre, descubrió que la magia no siempre viene en formas brillantes o en polvos misteriosos, sino en la creatividad, la pasión y el coraje de intentar cosas nuevas. A veces, lo que parece una locura, puede ser una gran idea, solo hay que probar y no tener miedo de cometer errores. Porque, como Oliver aprendió, la verdadera magia está en creer en uno mismo y nunca dejar de seguir los sueños, aunque esos sueños tengan sabores un poco extraños a veces. ¡Quién sabe, tal vez las ideas más locas sean las más deliciosas de todas, como la pizza de uva y aguacate!.

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