Había una vez un astronauta llamado Peter, que soñaba con explorar los confines del universo. Un día, subió a su cohete, el Estrella Saltarina, y se lanzó al espacio. Después de un largo viaje, aterrizó en un planeta muy, muy negro y oscuro, llamado Nocturnia.

Al salir de su cohete, Peter se dio cuenta de que no podía ver nada. “¿Dónde estoy?”, pensó. Todo era tan oscuro que incluso sus zapatos brillantes parecían apagados. Pero Peter, con su espíritu aventurero, decidió explorar.

Mientras caminaba, escuchó un sonido extraño: “¡Buuuuuu!” Peter dio un salto. “¡Un fantasma!”, pensó. Pero al voltear, se encontró con un enorme murciélago que parecía más divertido que aterrador.

—¡Hola! Soy Muri, el murciélago payaso —dijo con una voz divertida—. ¿Te perdiste?

—¡Sí! Estoy tratando de encontrar mi cohete —respondió Peter, riendo—. Pero no puedo ver nada.

Muri se rió y le dijo: “¡No te preocupes! ¡Conozco este planeta como la palma de mi ala!” Y así, Muri se convirtió en su guía. Pero, como todo murciélago payaso, le encantaba hacer trucos. Cada vez que Peter giraba, Muri hacía una pirueta en el aire, y eso hizo que Peter se riera a carcajadas.

De repente, encontraron un grupo de criaturas peludas que jugaban a la pelota. Eran los Bollitos de Noche, seres graciosos que se movían de una manera muy cómica. Cuando Peter se acercó, uno de ellos le lanzó la pelota, pero en lugar de atraparla, ¡Peter se cayó de espaldas! Todos los Bollitos comenzaron a reír y a rodar alrededor de él.

—¡Peter, el nuevo jugador de fútbol nocturno! —gritó Muri, mientras se retorcía de risa.

Después de jugar un rato, Peter y Muri continuaron su camino. Pero el problema era que la oscuridad era cada vez más densa. “¿Cómo voy a volver a casa?”, se preguntaba Peter, un poco preocupado. Pero Muri, siempre optimista, dijo:

—¡Vamos a hacer una fiesta! ¡Eso iluminará el lugar!

Así que Muri convocó a todos sus amigos: los Bollitos de Noche, los luciérnagas chistosas y hasta un par de ratones bailarines. Organizaron la mejor fiesta de Nocturnia. Muri empezó a hacer trucos de magia, y las luciérnagas iluminaron el cielo con destellos brillantes, creando un espectáculo deslumbrante.

Mientras todos bailaban y se reían, Peter se sintió mucho mejor. Y en medio de la fiesta, recordó que su cohete tenía una linterna poderosa. Así que, con la ayuda de sus nuevos amigos, hicieron una búsqueda rápida. ¡Al final, encontraron el cohete justo detrás de un gran arbusto negro que parecía un monstruo!

—¡Ahí está! —gritó Peter, saltando de alegría.

Con la linterna encendida, Peter iluminó todo a su alrededor. Agradeció a Muri y a los Bollitos de Noche por la increíble aventura y, con un fuerte abrazo, prometió que volvería a visitarlos.

Finalmente, Peter subió a su cohete, y mientras se alejaba de Nocturnia, miró por la ventana y vio a sus amigos agitando sus patas y alas. “¡Qué aventura!”, pensó mientras regresaba a casa.

Y colorín colorado, ¡este cuento de Peter, el astronauta perdido y encontrado, se ha acabado!.

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