
Había una vez un niño llamado Edian Alexio, que vivía en Ushuaia, casi llegando en el fin del mundo, ¡y no en una esquinita cualquiera del mapa, sino en la esquina más al sur de todo el planeta Tierra!. Edian Alexio tenía 5 años y le encantaba soñar con lugares nuevos para descubrir y vivir muchas aventuras. Cada vez que miraba el cielo lleno de estrellas, pensaba en un lugar lejano, donde el sol brillara, el mar estuviera cerca y la naturaleza le mostrara todos sus secretos. También, su cabeza era un mapa lleno de sueños con muchas preguntas, como por ejemplo: ¿Cómo de alto puede saltar una nube? o ¿por qué el sol a veces juega al escondite con la luna?.
Un día, mientras jugaba con su pelota (que, por cierto, nunca dejaba de rebotar por todo el jardín, ¡parecía tener vida propia!), de pronto, escuchó un ruido misterioso: ¡Riiiiiing!. Era como un timbre mágico que venía de… ¡una motorhome, aquello era una enorme autocaravana! Pero no una cualquiera. No, no, ¡esta autocaravana era multicolor y con una tabla de surf en el techo, con ruedas que cantaban canciones de rock y una antena que hacía pipipipipihhhh hasta que se fundía de tanto hacer ¡pipiiiipipiiiiiihhh!.
«¡Qué raro! ¿Qué será esto?», pensó Edian Alexio mientras se frotaba los ojos como si no pudiera creerlo. Corrió hasta la autocaravana, y cuando llegó, la puerta se abrió como si estuviera esperándole. Y desde dentro salió una voz muy dulce y juguetona.
—¡Hola, Edian Alexio! Soy la motorhome de tus sueños. ¡Súbete, porque vamos a recorrer Argentina y a ver todo lo que no has visto aún!.
¡WOW!, chilló Edian Alexio saltando de emoción y sin pensarlo ni un segundo, ¡subió corriendo!. Dentro de la aquella gigantesca autocaravana todo estaba increíble y reluciente. Había sillones que se convertían en camas elásticas, una mini cocina que hacía galletitas de chocolate o palomitas de maíz sin parar, ¡y hasta una ventana que mostraba patitos bailando salsa cada vez que te asomabas por ella!.
La autocaravana arrancó y, ¡ZAS!, ya estaban en la ruta. El primer lugar que visitaron fue una montaña tan alta que Edian Alexio pensó que la cima cubierta de nieve tocaba el cielo para hacerle cosquillas. Pero de pronto… ¡Aparecieron unos pumas por aquella montaña!. Pero estos pumas no eran muy comunes. ¡Llevaban gafas de sol y se ponían a bailar breakdance por el aire!. Edian Alexio no podía dejar de reír, ¡nunca había visto a pumas tan cool y modernos!.
Después, siguieron su viaje hacia el norte, cruzando bosques donde las ardillas jugaban al escondite y los ciervos organizaban carreras de velocidad, ¡pero siempre iban a la misma velocidad, pues los ciervos tampoco es que corran mucho!. Eso sí, ¡se chocaban entre ellos y caían al suelo como si fueran bolos!.
Finalmente, siguieron su camino recorriendo cientos de preciosos paisajes, y llegaron al mar. ¡Y qué mar!. Tan grande y tan azul que Edian Alexio pensó que el agua podría haber sido creada por una supermáquina de pintura gigante. La motorhome le dijo:
—¡Vamos a quedarnos un ratito! Puedes hacer castillos de arena, jugar con las olas o… ¡hacerte amigo de los cangrejos!.
Y ahí fue cuando Edian Alexio hizo algo que jamás olvidaría. Decidió hablar con un cangrejo, el más grande que había con unas pinzas gigantescas, pero resulta que… ¡ese cangrejo hablaba como un robot! Y le preguntó:
—¿Por qué te mueves de lado a lado como un espía?, le dijo el niño al gran cangrejo, que solo hacía que dar 3 pasitos para un lado y 2 para adelante, 4 para el otro lado y 1 para atrás.
El cangrejo respondió con voz de robot:
—¡Es que soy un espía del mar! Pero hoy estoy de vacaciones, ¡así que déjame disfrutar de la arena o te cogeré con mis pinzas esa oreja que tienes ahí!.
Edian Alexio se rió tanto que casi se cae en el agua, pero en el último momento, la autocaravana mágica sacó su tabla de surf y lo rescató con una ola gigante que lo empujó hacia la otra parte de orilla para que siguiera conservando las dos orejas.
—¡Ay que susto, vaya genio tenía el cangrejo, pensaba que eran más simpáticos, vayamos ahora a ver el sol! —dijo la motorhome, y pum, ¡se fueron volando hacia un desierto dorado donde el sol brillaba como una lámpara gigante!.
Edian Alexio saltaba de felicidad como si fuera un canguro lleno de energía, ¡y hasta el sol empezó a hacerle piruetas en el cielo!. Saltaban y saltaban, como si fueran amigos de toda la vida. ¡Era tan divertido que casi se olvida de que tenía que regresar!.
Pero como todo buen viaje, llegó el momento de volver. La motorhome le dijo a Edian Alexio:
—Bueno, pequeño explorador, ¡es hora de regresar a casa! Pero ahora, eres un experto en conocer los secretos del mar, el sol, la naturaleza y a domar a los cangrejos robots con sus pinzas engancha-orejas.
De vuelta en Ushuaia, aquella mágica autocaravana se despidió con un sonido de timbre feliz y le dijo:
—¡Gracias por la mejor aventura de todas! Ahora recuerda, ¡nunca dejes de soñar con nuevos lugares por descubrir y aventuras que vivir, nos vemos en el próximo viaje amigo… piiiii piiiiihhiiiippppiiiiihhhh!.
De vuelta en su jardín en Ushuaia, Edian Alexio estaba tan contento con su aventura que decidió contarle todo a su mamá. ¡Pero justo cuando iba a empezar, se dio cuenta de que algo extraño había sucedido!. La pelota que nunca dejaba de rebotar había decidido seguirle hasta el cielo. ¡Sí, la pelota estaba flotando allí arriba, rebotando entre las estrellas, como si fuera una astronauta!.
Edian Alexio con los ojos muy abiertos, gritó: «¡Mamá, la pelota se ha ido al espacio!». Pero antes de que su mamá pudiera responder, la autocaravana apareció de nuevo, esta vez con una misión muy clara: ¡traer la pelota de vuelta!.
«¡Rápido, Edian Alexio, súbete! ¡Vamos a rescatar esa pelota!», dijo la motorhome, mientras hacía un giro en el aire, desplegando unas enormes alas de mariposa. Edian Alexio y su amiga mágica volaron hasta el espacio, y allí encontraron la pelota rebotando entre asteroides y naves espaciales, rodeada por pequeños aliens que usaban gafas de sol para no quedarse ciegos por los rayos de sol y que estaban haciendo trucos de magia con cartas. ¡Wow, los marcianitos también saben hacer trucos de magia!, dijo el niño alucinando.
Finalmente, Edian Alexio tomó la pelota y la metió dentro de la autocaravana mágica y la trajo de vuelta a la Tierra, justo a tiempo para el atardecer, que parecía decirle: «¡Eso es lo que pasa cuando tienes sueños tan grandes como el cielo!».
Después de tantas locuras y aventuras, Edian Alexio volvió a su casa, se fue a descansar en la cama de su habitación, y aunque ya no veía a su amiga la autocaravana, sentía que en su corazón llevaba todo lo aprendido. Esa noche, al mirar las estrellas desde su ventana, Edian Alexio sonrió y dijo:
—»¡Algún día, quiero ver aún más lugares, conocer más seres mágicos y hacer aún más preguntas, y si es viajando en autocaravana, mejor que mejor!.
Y colorín colorado, así, Edian Alexio aprendió que la curiosidad y los sueños son las mejores herramientas para vivir grandes aventuras.
(Cuento ganador del «Sorteo en Instagram del Cuento Personalizado del 29/03/2025»)
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