
Calpe, en la Costa Blanca, ofrece una experiencia única para quienes buscan combinar relax, cultura y paisajes de postal. La jornada puede comenzar en los famosos Baños de la Reina, un conjunto de antiguas piscifactorías romanas que hoy forman idílicas piscinas naturales. Sus aguas tranquilas y cristalinas invitan a un baño sereno, o hacer snorkel, con vistas al imponente y espectacular Peñón de Ifach como telón de fondo.
Este gigantesco macizo de roca caliza de 332 metros de altura es uno de los parques naturales más pequeños de Europa, y está unido a tierra por un istmo, lo que le convierte en una auténtica “isla unida al continente”, que para los más aventureros se puede subir hasta lo alto de su cima y disfrutar de sus increíbles vistas.
Tras el chapuzón, la laguna de Calpe, hogar de flamencos y otras aves migratorias, se convierte en un lugar perfecto para pasear y disfrutar de la naturaleza en pleno centro urbano. Su paseo perimetral permite observar de cerca la fauna y captar fotografías que parecen sacadas de una guía de viajes.
El mediodía es ideal para recorrer el paseo marítimo, repleto de terrazas, restaurantes, heladerías y tiendas que ofrecen desde artesanía local hasta moda veraniega. Aquí, el visitante puede degustar una paella frente al mar, una rica mariscada, disfrutar de música en vivo o simplemente dejarse llevar por el ambiente animado que caracteriza a Calpe.
La tarde invita a perderse por el casco antiguo, un entramado de calles estrechas adornadas con flores y murales artísticos. Entre sus rincones más icónicos destacan las escaleras pintadas con la bandera de España, que se han convertido en un símbolo fotográfico de la ciudad, o tomarte un sabroso helado en la Casa de los Flamencos. Pasear por este barrio es viajar en el tiempo, entre fachadas encaladas, plazas tranquilas y la esencia mediterránea más auténtica.
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