
Había una vez, una niña llamada Lía, que una mañana estaba tan muy emocionada, porque era su primer día en un cole nuevo, y aunque tenía un poquito de nervios en la barriga, sonreía mirando por la ventana del coche.
Cuando su mamá aparcó frente al colegio, Lía saltó del coche… ¡y entonces ocurrió algo mágico!. Allí, junto a la puerta, sentada como una reina diminuta, estaba una gatita con el pelo de tres colores: gris, negro y con manchas blancas. Tenía unos ojitos verdes brillantes y un lazo rojo alrededor del cuello.
En cuanto Lía la vio, sintió que su corazón hacía ¡pum-pum-pum! rapidísimo.
De repente, ¡puff!. Una lluvia de purpurina invisible cayó del cielo, y un rayo de luz dorado las envolvió a las dos.
La gatita maulló dulcemente, como diciendo: «¡Hola, amiga!».
Sin pensarlo dos veces, Lía dejó su mochila en el suelo, se agachó y abrazó a la gatita.
—Hola. ¿Te apetece un poco de mi bocadillo?. ¡Te llamaré Brilli! —dijo, porque aquella gatita parecía tener algo que le hacía brillar de verdad.
Y desde ese momento, algo increíble pasó: ¡Lía y Brilli podían entenderse sin palabras!.
Se miraban, y ya sabían lo que la otra pensaba. Era como tener un hilo mágico entre sus corazones.
Durante los recreos, Brilli la acompañaba saltando detrás de las hojas, trepando a los árboles y escondiéndose en los rincones del patio como una pequeña exploradora.
Un día, Brilli enseñó a Lía cómo deslizarse por el suelo como un verdadero gato ninja para ganar al escondite. Otro día, la ayudó a escalar la estructura de juegos más alta, donde Lía gritó:
—¡Mira, mamá, soy la reina de las panteras ggrrhrhhhhrhrhhrggrrr!.
Cuando llegaba la tarde y tocaba irse a casa, Brilli daba un salto elegante al hombro de Lía y juntas caminaban como dos aventureras orgullosas, sin miedos y muy contentas. Cada día era una nueva aventura: cazaban sombras, salvaban hojas atrapadas en las vallas, y hasta «rescataban» lápices perdidos como si fueran tesoros.
Una tarde, mientras compartían galletas en el banco del patio, Brilli ronroneó muy bajito, como un pequeño tambor mágico. Lía entendió lo que quería decir:
—»El amor de verdad es el que se siente sin palabras, ¿verdad Brilli?».
Y colorín colorado, con Brilli a su lado, Lía descubrió que en la vida, encuentras amigos mágicos donde menos lo esperas. ¡Confía en lo que te dice tu corazón, porque a veces la magia empieza con un simple «hola»!.
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