
Había una vez una niña muy alegre llamada Azahara, que siempre tenía una sonrisa en la cara, era tan risueña que su sonrisa podía hacer reír hasta a las nubes. Azahara vivía en una casa llena de colores brillantes y un montón de pinceles. ¡A ella le encantaba pintar!. Tenía su propio rincón de arte donde todo era posible: árboles de colores locos, flores con ojos y orejas, y hasta nubes con forma de animales.
Un día, Azahara decidió pintar un cuadro con el cielo de color rosa, porque pensó que el cielo se veía un poco aburrido con tanto azul. Pero cuando empezó a pintar, ¡se le escapó un poquito de pintura verde sobre su gato, que se llamaba Helado! «¡Oooooh, nooooo, mamá me va a reñir!» gritó Azahara. Helado, que tenía el pelo naranja como una mandarina, se veía ahora ¡como un helado de fresa gigante!. Azahara se echó a reír tanto que casi se cayó de la silla.
Helado no parecía enfadado, ¡de hecho, se le ocurrió una idea!. Se subió a la mesa de pintura, dio un gran salto mágico con una voltereta y un tirabuzón diciendo… «¡¡Miuaaaaauuuuuu, miaaaauuuuu!!, y ¡PUUUUM!, cayó de tal manera que, ¡se pintó las patitas, y hasta las orejas, de todos los colores!. Ahora parecía un gato arcoíris. ¡Azahara no paraba de reír!.
Pero eso no fue todo. De repente, apareció Salma, su muñeca favorita, con un sombrero de flores y un vestido de lunares. Salma miró a Helado y dijo: «¡¡Ese gato parece que ha salido de una fiesta de disfraces de colores!!». Azahara, entusiasmada, le pintó a Salma un par de zapatos rojos y brillantes, y las uñas del mismo color ¡y hasta con purpurina!. La muñeca comenzó a bailar y girar por toda la habitación, ¡como si fuera una gran modelo de pasarela!.
Azahara, Helado y Salma pasaron la tarde haciendo una fiesta de pintura. Pintaron las paredes, las sillas, la lámpara, ¡y hasta la puerta del salón con flores que tenían ojos y orejas!. Al final, la casa parecía un enorme cuadro mágico lleno de colorines, y es que Azahara estaba tan feliz ¡que su sonrisa casi tocaba le tocaba las orejas!.
Desde entonces, Azahara, Helado y Salma prometieron que cada día sería una nueva aventura llena de risas, pintura y juegos fantásticos, y que el mundo nunca dejaría de ser un lugar divertido y colorido, eso sí, lo de pintar las paredes y la casa entera solo podría ser real en sus sueños, sino sabía que papa y mamá la mandarían a dormir al horroroso Castillo de los Monstruos de Peluche, donde… ¡los cojines te hacen cosquillas sin parar, y las almohadas cantan canciones desafinadas chillando toooooda la noche!.
¡Y colorín colorado, este cuento de Azahara y sus aventuras juguetonas se ha terminado!.
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