El sueño mágico de Mario y su imán de aventuras

Había una vez un niño al que le encantaba viajar y descubrir lugares nuevos. Mario se subía al coche con su mamá y papá, listos para vivir una nueva aventura cada fin de semana. Aunque no siempre sabían dónde iban, Mario estaba seguro de que cada viaje sería especial, como si el coche pudiera llevarlos a cualquier lugar mágico. Ese sábado, mientras el coche daba vueltas por el campo, el sol brillaba y sonaba la música con sus canciones favoritas, Mario estaba tan cómodo, abrazado a su peluche favorito del coche y mirando por la ventana, que se quedó profundamente dormido. ¡El viaje a la aventura había comenzado sin que él se diera cuenta!.

De repente, se despertó, y al abrir los ojos, ¡se encontró en un lugar muy raro!. Estaba rodeado de plantas gigantes, más altas que cualquier rascacielos de Nueva York, ¡y tenían tallos tan grandes como castillos!. Las hojas parecían sombreros enormes, ¡como los que usan los gigantes en Gigantilandia para protegerse del sol!. Mario se frotó los ojos para ver si estaba soñando, pero no, era real, y de pronto, vio a una ardilla con unas gafas de sol azules gigantescas, que le dijo chillando en la oreja.

—¡Holaaaaaaaaaaa, Mario! —dijo la ardilla, haciendo una pirueta en el aire—. Soy Susi, la ardilla exploradora, y te invita a un recorrido por el Bosque de los Sueños. ¡Es un lugar lleno de sorpresa!.

Mario, con los ojos bien abiertos de emoción, aceptó la invitación sin pensarlo dos veces. Susi lo condujo por el bosque, y mientras caminaban, se encontraron con un unicornio gigante que estaba cantando ópera, ¡pero de una manera tan estridente que casi hizo temblar el suelo!. “¡Nadie canta como yo en este bosque!”, decía mientras Mario se tapaba los oídos y reía a carcajadas de lo desafinado que estaba aquello.

Un poco más adelante, se toparon con una tortuga, pero no era una tortuga común y corriente. ¡Era una tortuga flamenca!. Estaba tocando una guitarra tan grande como una mesa y cantando una canción que hacía que todos los árboles bailaran de lado a lado mientras tocaban las palmas con sus grandes hojas. Mario no podía parar de reír. “¡Esa tortuga es un genio de la música, deberían de ponerle un Tablao Flamenco!”, pensó mientras saltaba al ritmo de la canción.

Pero lo más impresionante fue cuando llegaron a un claro del bosque, donde un dragón enorme, con escamas rojas brillantes como diamantes, estaba soplando burbujas de chicle en lugar de fuego. ¡Las burbujas flotaban en el aire como globos!. El dragón, muy orgulloso de su talento, se le acercó.

— ¿Te gustaría que te lanzara una burbuja tan grande que puedas entrar dentro?. ¡Es muy divertido, atento!.

Mario aceptó encantado, y de repente, ¡zas!, estaba flotando dentro de una burbuja gigante, dando vueltas como un trapecista en el aire. Todo era tan increíble que Mario no se dio cuenta de que el sueño estaba terminando. De repente, un bostezo enorme salió de su boca, y antes de darse cuenta, se despertó en el coche, con la cabeza contra la ventanilla y la babilla cayéndole por el moflete.

¿Mamá, ya hemos llegado? —preguntó medio dormido mientras se frotaba sus ojos.

—Casi, pero ¿sabes qué? —le dijo su mamá con una sonrisa—. Después de este viaje, tenemos que comprar un imán para la nevera. ¡No olvides que es para la colección!.

Mario saltó en su asiento. ¡Claro!. No podía olvidarse del imán, y tampoco de la moneda coleccionista de la suerte, ¡a ver si la encontramos!. Cada vez que viajaban, encontraba un imán nuevo para agregar a su colección de recuerdos y una moneda de las que se meten 5 céntimos en una máquina y queda grabada el dibujo que elijas del lugar, aquello ya era una auténtica tradición para ellos.

Al día siguiente, después de un día de exploración en un lugar muy bonito y espectacular, Mario y sus papás se dirigieron a una tienda y, con una gran sonrisa, Mario eligió un imán en forma de estrella dorada. “¡Este imán es el más mágico de todos!”. Pensó, mientras imaginaba nuevas aventuras para su colección.

Y así, con su nuevo imán en la mano, Mario se subió al coche, emocionado por saber que cada fin de semana traerá nuevas historias, nuevas criaturas mágicas, y por supuesto, ¡con su nuevo imán y moneda de cobre como souvenir!.

Desde ese día, cada vez que Mario soñaba con sus increíbles aventuras, se despertaba con una sonrisa y una historia más para contar, siempre con un imán brillante para recordar todos esos lugares mágicos, aparte de las 3.556 fotografías que siempre hacía mamá para su álbum de fotos.

Y colorín colorado, ¡quién sabe qué nuevos amigos, maravillas y aventuras encontrarán en su próximo viaje!.

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