Había una vez, en un pueblo lejano, un gato perro de color morado llamado Tigrillo Pelusas. ¿Cómo podía ser un gato perro? Nadie lo sabía muy bien, pero lo cierto es que tenía orejas de gato, una cola de perro y, además, ¡se le ocurrían unas ideas extraordinarias!.
Tigrillo Pelusas tenía una gran pasión: ¡encontrar piedras preciosas y minerales!. Cada mañana, salía con su mochilita de explorador, su lupa de gran tamaño y una pequeña pala de la playa, dispuesto a buscar tesoros en los ríos y montañas cercanas. Su lugar favorito para buscar piedras era el Río Risueño, porque, según él, las piedras allí ¡siempre tenían cara de estar sonriendo y brillaban tanto como el sol!.
Un día, mientras caminaba por el río, vio algo brillando entre las piedras. ¡Era una piedra roja brillante, parecía cuarzo rojo!. La levantó con su pata de gato, pero, ¡sorpresa! ¡La piedra empezó a hablar!.
—¡Hola, Tigrillo Pelusas! Soy una piedra mágica y, si me sigues, te llevaré a un lugar donde las piedras se convierten en golosinas.
Tigrillo, muy emocionado, no perdió tiempo y empezó a seguir la piedra hablando, saltando de un lado a otro como un perro feliz. Pasaron por montañas de nubes de algodón, valles llenos de caramelos y bosques que olían a pastel de fresa.
Finalmente, llegaron a un lugar donde las piedras no solo eran brillantes, sino ¡eran de chocolate!. Tigrillo Pelusas, sin pensarlo, empezó a morder una. Pero, antes de que pudiera comer más, una piedra le dijo:
—¡Espera! Si comes demasiadas, te volverás tan dulce que todos los animales querrán comerte.
Tigrillo pensó un segundo, y luego, con una gran sonrisa, dijo:
—¡Entonces mejor las colecciono y las guardo en mi baúl de los tesoros!.
Y así, el gato perro morado se convirtió en el guardián de las piedras mágicas de chocolate y de tooooooodos los cuarzos de diferentes colorines que encontraba, su favorito era el cuarzo transparente y que costaba mucho de sacar de la roca. Así, todas las semanas organizaba grandes excursiones con sus amigos, para que también pudieran disfrutar de esos alucinantes pequeños grandes tesoros.
¡Y colorín colorado, este cuento de extraños minerales se ha terminado!.
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