
Había una vez, en una noche de verano muy calurosa, un mosquito llamado Rocki. No era un mosquito cualquiera… ¡era un mosquito rockero!. Tenía gafas de sol (aunque era de noche, pero él las llevaba igual, así lo veía todo más ¿claro?), una guitarra roja eléctrica diminuta y un sueño: dar el primer concierto para bichos bajo la luz de la Luna y firmar muchos autógrafos, porque su abuelita la gran mosquita Rockita siempre le pedía que le firmara un autógrafo, en el libro de las recetas de hacer bizcochos, cuando iba los domingos a comer a su casa del estanque.
—¡Voy a ser famoso! —gritaba Rocki mientras practicaba en su casita del árbol—. ¡Seré el rey del “zuuuum-zuuuum roll”!.
Pero Rocki tenía un problema: nadie quería escucharlo. Cada vez que empezaba a tocar su guitarra…
—¡ZUUUUM ZUUUM RIIIIIIINN!—
Las mariposas se tapaban las orejas con las alas, las hormigas corrían en fila india y hasta las luciérnagas apagaban la luz para que no las encontrara.
Un día, Rocki tuvo una idea brillante:
—¡Haré mi concierto en la Fiesta de la Luna, donde van todos los bichos del jardín por la noche, seguro que me forro y firmo hasta autógrafos!.
Así que se puso su pañuelo rojo, cargó la guitarra en la espalda y voló rumbo a la gran fiesta. Pero… ¡ay, madre mía!. En el camino se encontró con Don Sapo, el sapo más tragón del estanque.
—¡Buenas noches mosquitín! —dijo Don Sapo sacando la lengua—. ¿Adónde vas tan arreglado?.
—¡A dar un concierto en la Fiesta de la Luna! —respondió Rocki muy orgulloso.
—Mmm… me encanta la música… ¡y también los mosquitos crujientes!
Rocki salió volando a toda velocidad:
—¡ZUUUM, ZUUUM, ZUUUM! ¡A mí hoy no me comes, saparrón!. Y así, Rocki dando 234 aletones grandes con sus pequeñas alas, consiguió escapar de aquel Sapo gigante y hambriento para conseguir su sueño… ser famoso y firmar un autógrafo (que no sea los que ya le ha firmado a su abuela Rockita, claro).
Cuando por fin llegó a la fiesta… ¡aquello era un tremendo caos!. Las luciérnagas parpadeaban como una discoteca, las hormigas estaban bailando la conga, y un grillo pinchadiscos gritaba:
—¡Atención, atención! ¡Va a tocar Rocki el Mosquito Rockero!.
Todos los bichos miraron a Rocki. Él se subió a una flor y gritó:
—¡Buenas noches, bichejos! ¡Preparad vuestras antenas para el mejor concierto de vuestras vidas, aaaaaarriba esas patas!.
Cogió la guitarra, levantó su pata y…
—¡UN, DOS, TRES, ZUMMMM!.
Pero justo cuando empezó… ¡PUM!. Un murciélago bajó en picado y se llevó la guitarra pensando que era una deliciosa mariposa gigante.
—¡Devuélveme mi guitarra, murciélagooo malvado! —gritó Rocki.
El murciélago se paró y rió:
—¡Sólo si me cantas una canción muy chula!.
Así que Rocki cantó con todas sus fuerzas:
—“Soy un mosquito rockerooo, ¡uuuuuoh oh oh!.
Que zumba primerooo, ¡uoooh uoh!.
No pico, no muerdo, ¡oh yeah uoooohh oohhh!.
¡Yo solo quiero tocar mi conciertooo, uuuuh oh oh oh!”.
Todos los bichos empezaron a bailar aquella canción pegadiza… horrible… pero pegadiza, hasta los nubarrones empezaron a acercarse para ver si empezar a descargar la lluvia ya o esperarse un poquito más… De pronto, el murciélago se acercó y devolvió la guitarra a Rocki gritando:
«¡Eres el mejor, Rocki, tu voz es un lío, pero mueves las patas como nadie en este jardín, los insectos están enloquecidos con tu ritmazo, va a ser la canción del verano seguro!. ¡Tío, fírmame un autógrafo!».
Desde entonces, cada noche de verano hay una gran fiesta en el jardín, en el estanque o en la Luna, y Rocki toca su guitarra mientras todos cantan:
—“Zum zum zum… Soy un mosquito rockerooo, ¡uuuooh oh ooooh!» (entre otros muchos éxitos del verano que ha ido sacando Rocki, como… «Quita quita, que ya te pico yo», o el super temazo «Mosquito Zumbón Superstar»).
Pero, ¿sabéis qué?. Rocki nunca volvió a tocar solo, porque aprendió que cuando compartes tu música con los demás, la diversión se multiplica, lo hagas peor o fenomenal.
Y colorín colorado, así la pequeña estrella de rock descubrió que no hace falta ser el mejor para ser feliz; lo importante es pasarlo bien, compartir lo que te gusta y seguir tus sueños, porque tarde o temprano, seguro que… ¡los harás realidad!.
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