Lula y la cuchara que quería ser varita mágica

Había una vez una niña muy curiosa y valiente llamada Lula. Vivía en una casa amarilla con su tortuga Turbo, que no era muy rápida, pero sí muy lista, y también vivía con un gatito que se llamaba Mostacho, que tenía bigotes tan largos que a veces se le enredaban en las orejas.

Una mañana, mientras Lula desayunaba cereales con leche (y Turbo los olía con sospecha), algo muy raro ocurrió…

¡Su cuchara saltó del bol, dio una voltereta triple hacia atrás y gritó con voz aguda!.

—¡YA ME CANSÉ DE SER UNA CUCHARA! ¡QUIERO SER UNA VARITA MÁGICAAAAA!.

Lula abrió los ojos tan grandes como el sol.
—¿Tú… hablas?.
—¡Y canto también! Laaa la laaaaiiiiihhhhh —dijo la cuchara girando como una bailarina en un escenario.

—¿Y cómo vas a convertirte en varita? —preguntó Lula fascinada.

—¡Necesito hacer tres hechizos mágicos! Pero como no tengo manual, ¡improvisaré!.

Hechizo uno: La cuchara apuntó a Turbo y gritó:
—¡Tortugelio saltarelium!.

¡ZAS! Turbo dio un brinco tan alto que quedó colgado de la lámpara del techo sonriendo.

—¡Funciona! —gritó Lula.

Hechizo dos: La cuchara señaló la nevera:
—¡Heladerum explosivus!.

¡PLOF! De pronto, la nevera se abrió y salió una tormenta de helado de fresa que cubrió toda la cocina.

—¡Ñam, riquísimo! —dijo Lula, metiendo la cabeza en la gran nube rosa.

Hechizo tres: Lula y la cuchara pensaron juntas:
—¿Y si convertimos el sofá en una nave espacial?.

—¡Sí! —gritaron las dos.

La cuchara giró, brilló, estornudó y dijo:
—¡Sofánicus volandum espaciarium!.

¡WOOOSH! El sofá se elevó, atravesó el techo (sin hacer daño a nadie y sin romper nada, porque era mágico) y salió volando por el cielo.

—¡Rumbo a la Luna de Queso! —gritó Lula llevando su casco de bicicleta.

Turbo, Mostacho, Lula y la cuchara viajaron por el espacio, comieron estrellas de algodón de azúcar, saludaron a unos marcianitos bailarines que se encontraron por Júpiter y plantaron una flor en Saturno.

Al regresar, la cuchara dijo muy seria:

—Creo que ya no quiero ser varita.

—¿Por qué no? —preguntó Lula.

—¡Porque ahora quiero ser… UNA CUCHARA AVENTURERA! Que a veces es una varita, a veces es un micrófono, y a veces solo sirve sopa.

Y así, desde ese día, Lula, Mostacho, Turbo y la cuchara vivieron aventuras cada vez que querían… ¡incluso mientras lavaban los platos de la merienda!.

Y colorín colorado, da igual cómo seas: lo que importa es que seas como tu quieras ser. Porque con un poquito de imaginación y diversión… ¡hasta una cuchara puede llegar a la Luna!.

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