Había una vez, en un pequeño pueblo llamado PastaVille, un grupo de espaguetis que soñaban con volar. Estos espaguetis eran muy especiales, porque en lugar de ser solo un plato delicioso, tenían un pequeño secreto: ¡podían volar!
Un día, mientras los espaguetis estaban en la olla, el gran chef Don Alfredo anunció el primer «Festival de los Espaguetis Voladores». Todos los espaguetis estaban emocionados. «¡Es nuestra oportunidad de mostrar al mundo lo que podemos hacer!», gritó Espagueti Loco, el más aventurero de todos.
El día del festival, el pueblo estaba lleno de gente. Había globos de salsa de tomate, música de fideos y un concurso de baile de las albóndigas. Pero lo más emocionante era la competencia de vuelo. Los espaguetis se alinearon en la pista de despegue, listos para impresionar a todos.
Cuando llegó el turno de Espagueti Loco, se puso sus gafas de sol y gritó: «¡Voy a hacer el vuelo más espectacular de todos!» Con un gran salto, se lanzó al aire. Pero en lugar de volar en línea recta, comenzó a dar vueltas y a hacer piruetas. ¡Era como un espagueti acrobático! La multitud aplaudía y reía a carcajadas.
Luego fue el turno de Espagueti Tímido, que siempre había tenido miedo de volar. Pero al ver a su amigo, decidió intentarlo. Con un poco de nerviosismo, se lanzó al aire, pero en lugar de volar, ¡se enredó en un globo de salsa de tomate! La gente no podía parar de reír mientras él flotaba por el cielo, gritando: «¡Ayuda! ¡Soy un espagueti volador atrapado!»
Finalmente, llegó el momento del gran final. Todos los espaguetis se unieron para hacer un espectáculo de vuelo en grupo. Se alinearon y, al unísono, comenzaron a volar en círculos, formando una gran «O» en el cielo. Pero, de repente, Espagueti Loco decidió hacer una broma y comenzó a lanzar pequeñas albóndigas por todas partes, manchando a todos, las paredes, el techo, hasta que una cayó en el bigote del gran chef Don Alfredo… Todos quedaron en silencio… Don Alfredo con cara de enfado movió su gordo dedo y cogió la albóndiga de su bigote… la hizo en trozos, se giró a la mesa… y cogió un tupper con más albóndigas… ¡y empezó a lanzarlas a todos los invitados y apuntando a todos los cuadros del restaurante mientras saltaba y reía!.
Y colorín colorado, este cuento lleno de tomate, espaguetis locos y albóndigas mancharinas ha terminado.
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