Había una vez, en un reino lejano, dos niñas a las que les encantaban las aventuras en el bosque. Se llamaban Jazmín y Ángela. Jazmín vivía en un enorme castillo de torres altas y paredes de piedra, en las que le gustaba pintar mariposas de colores con tizas pastel para darle un toque de alegría, mientras que Ángela vivía en una casita pequeña en el bosque, rodeada de árboles y flores, sin que necesitase nada más. Pero lo que más les gustaba hacer a las dos era ir a jugar al bosque. Les encantaba correr entre los árboles y buscar piedras mágicas (aunque a veces no encontraban ninguna, pero eso no les importaba). ¡El bosque era su lugar secreto de aventuras!.

Pero había un problema en aquel reino lejano, y era que el rey malvado del castillo no quería que Jazmín saliera nunca de las paredes de su reino. «¡El bosque está lleno de peligros, no quiero que te relaciones con nadie!», decía con cara seria. «¿Qué pasa si te encuentras con un unicornio con alas gigante? ¡O con un dragón que te llevase volando a otro reino!». Y aunque Jazmín sabía que lo que le decía el rey no estaba bien y era muy exagerado, ella era obediente y siempre le hacía caso, aunque al rey nunca le importase si Jazmín era feliz o no.

Un día, mientras Jazmín estaba aburrida mirando por la ventana del castillo, pensó en algo muy ingenioso. «¡Voy a pedirle ayuda a Ángela!». Y con mucha emoción, corrió a buscarla.

Ángela que estaba jugando con su perro, un husky llamado Donatello, vio llegar a Jazmín y le explicó su problema, Ángela pensó un momento y luego sonrió. «¡Tengo una idea genial!. Vamos a disfrazarnos de… ¡de árboles!».

«¿Cómo de árboles? ¡Eso es lo más raro que he oído nunca!» dijo Jazmín, sorprendida.

«Pero es perfecto. Si el rey no nos ve, no nos podrá detener, y podremos jugar en el bosque sin que nos diga nada», explicó Ángela, convencida de su idea.

Así que Jazmín y Ángela comenzaron a buscar ramas, hojas y hasta trozos de tela verde. Con mucho cuidado, se pusieron las ramas en la cabeza y se cubrieron con hojas grandes pegadas con celo, y se pintaron la cara de verde hasta parecer dos árboles… un poco extraños. ¡Era el plan más raro, pero más divertido de todos!.

El día siguiente, Jazmín y Ángela se escondieron en el jardín del castillo, se pusieron a bailar esperando el momento perfecto para salir, «¡Crrrreeeek, blop, blop, zzzzziiing, chassss!», al moverse sonaban con tanto chascarrido que parecían árboles musicales. De pronto, cuando el rey pasó por ahí, las dos niñas se quedaron muy quietas y sin pestañear ni respirar. El rey malvado las miró y dijo: «Hmm, qué extraño, nunca había visto árboles bailar. Bueno, supongo que los árboles también deben hacer ejercicio». Y siguió su camino, sin darse cuenta de que las «árboles» estaban tan felices con su gran travesura para conseguir su camino hacia la libertad y pasar un gran día divertido en el bosque que nunca olvidarían.

Una vez fuera del castillo, las niñas saltaron de alegría y corrieron a todo lo que daban sus piernas, riendo como locas. Pasaron el día entero en el bosque, jugando y corriendo muy a gusto como con nadie igual lo hacían, buscando aventuras y piedras preciosas que se guardaban de recuerdo, y hasta charlaban con los pájaros y los peces de la charca (que no siempre respondían, pero eso no les importaba). Se sentían libres, felices y llenas de vida mientras escuchaban el sonido del viento entre los grandes árboles, mientras aprendían que la verdadera magia estaba en ser ellas mismas.

Al final del día, regresaron al castillo, cansadas pero con una gran sonrisa. El rey malvado las miró cuando entraron, pero no sospechó nada. «Mmmhhh, esos árboles nuevos deben ser muy especiales y caros, deben ser de Japón seguramente», pensó el rey mientras se sentaba a cenar. Y así, el plan de las niñas resultó ser perfecto para hacer mil y una aventuras… ¿Qué nueva travesura pensarán para hacer mañana?.

Y colorín colorado, aunque a veces las reglas pueden ser un poco molestas, no hay que dejar que nadie te impida ser tú mismo o vivir las aventuras que quieras, siempre con un toque de diversión, y sobre todo, sin olvidarte de ti en todo lo que hagas.

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