Había una vez un soleado sábado y Pablo estaba emocionadísimo. ¡Iba a pasar el día en el parque acuático con su mamá! Cuando llegaron, los colores brillantes y los gritos de diversión le hicieron saltar de alegría.
—¡Mira, mamá! ¡Hay 25 toboganes! —exclamó Pablo, mirando hacia arriba.
—¡Vayamos a probarlos! —dijo su mamá, sonriendo.
Primero, decidieron comenzar por el tobogán más pequeño. Pablo se metió en su flotador de pato y su mamá en uno de unicornio. Cuando se lanzaron, el pato empezó a girar de un lado a otro.
—¡Ayuda! ¡Estoy dando vueltas como un trompo! —gritó Pablo, mientras el pato se zambullía en el agua.
Su mamá no podía parar de reír.
—¡Parece que tienes el flotador más loco del parque! —dijo, mientras también se balanceaba en su unicornio.
Después de unas risas, decidieron probar el tobogán “Black Hole”, que tenía una gran curva. Pablo y su mamá se alinearon, y cuando llegó su turno, se lanzaron a la aventura. Pero cuando bajaron, el flotador giró y ambos acabaron cayendo al agua con un gran ¡SPLAAAAAAASH!.
—¡Mamá, pareces un pez volador! —rió Pablo, viendo cómo su mamá salía a la superficie con el cabello empapado y la cara llena de burbujas.
—¡Y tú pareces un delfín saltando! —respondió ella, tratando de no reír demasiado.
Tras tantas risas, decidieron ir al famoso tobogán “Tornado de Locura”, que prometía giros inesperados y una caída al agua que dejaba a todos con la boca abierta. Mientras esperaban en la fila, Pablo comenzó a imaginar qué pasaría.
—¿Y si giramos tanto que nos volvemos locos? —dijo, haciendo movimientos raros con su cuerpo.
Su mamá lo miró con una sonrisa y dijo:
—O tal vez ¡saltemos tan alto que toquemos el cielo!
Cuando llegó su turno, se metieron en el flotador, y el tobogán los lanzó en un torbellino de agua y risas. ¡Giro a la derecha, giro a la izquierda, y luego una caída que los hizo gritar de emoción!
Al salir del agua, se dieron cuenta de que su flotador había quedado atrapado en una red de salvamento.
—¡Pablo, creo que necesitamos un plan de rescate! —dijo su mamá, haciéndose la seria.
—¡Sí! ¡Operación Flotador Perdido en Acción! —gritó Pablo, y ambos comenzaron a sacar el flotador como si estuvieran en una misión de verdad. Al final, lograron liberar al pato, y ambos se tiraron al suelo, riendo sin parar.
Después de tanta acción, decidieron descansar un rato en la zona de juegos, donde había chorros de agua y fuentes que salpicaban a todos. Pablo se quedó quieto y de repente, un chorro gigante lo empapó por completo.
—¡Mamá! ¡He sido atacado por el agua! —gritó mientras se reía.
—¡A la defensa! —respondió su mamá, tratando de esquivar los chorros también. Pero en su intento, otro chorro la empapó, y los dos terminaron riendo mientras intentaban no ser golpeados por los chorros.
Al final del día, cansados pero felices, se sentaron a disfrutar de unos deliciosos helados.
—Fue un día increíble, ¿verdad, mamá? —dijo Pablo, con una sonrisa llena de helado.
—¡Sí! ¡Y no olvidemos a nuestro amigo el pato! —respondió su mamá, señalando el flotador que llevaban con orgullo.
Y así, después de tantas aventuras en el parque acuático, Pablo y su mamá se fueron a casa con el corazón lleno de risas y anécdotas que contar.
Y colorín colorado, ¡este cuento de las aventuras en el parque acuático se ha acabado!.
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