Las aventuras de altura de Logan

Había una vez, unos aventureros muy especiales, padre e hijo, que amaban salir de excursión y hacerse mil fotografías con su minidron. En un brillante y soleado día de primavera, planearon su siguiente destino: ¡la montaña más alta del lugar!. Logan, un niño de 8 años con una sonrisa tan grande como el sol, estaba listo para la aventura. Su papá, que siempre tenía una mochila llena de sorpresas, le había prometido que hoy subirían con su dron para hacer la mejor grabación de todas.

«¡Papá, va a ser genial! ¡Con este día tan bonito las fotos van a salir perfectas!», gritó Logan, mientras preparaba su mochila con bocadillos, chuches y agua (porque, claro, ¡las aventuras también tienen que tener snacks, sino no saben igual!).

«Papá, ¿por qué llevamos el dron?», preguntó Logan mientras se ponía su gorra de explorador.

«Porque cariño, ¡el dron es como un amigo volador!. Puede ver cosas que nosotros no podemos. ¡Será nuestro compañero mágico de aventuras!», respondió su papá, sonriendo como si hubiera encontrado el mapa de un tesoro.

Tras dejar el coche en el parking de la base de la montaña, comenzaron a subir por el sendero, respirando el aire fresco y disfrutando de las vistas impresionantes. Mientras caminaban, Logan no dejaba de mirar por todos lados, buscando algún tesoro escondido o a algún animal raro.

«¡Mira, papá! ¡Un conejo!», gritó Logan señalando un arbusto. Pero justo cuando su papá miraba hacia allá, ¡el dron comenzó a volar sobre sus cabezas!.

«¡Mira cómo vuela! ¡Parece un pájaro gigante!», exclamó Logan mirando al dron que zumbaba como un superhéroe al rescate.

El dron, que era más travieso que un ratón de biblioteca, comenzó a volar entre los árboles y subió alto hacia el cielo, como si estuviera jugando al escondite con las nubes. De repente, hizo un ruidito extraño, algo como un “brrr-brrr” que sonaba como si estuviera buscando algo secreto.

«¿Qué está buscando el dron, se va a perder?», preguntó Logan, con los ojos bien abiertos.

«Creo que está buscando el lugar perfecto para hacernos una foto de toda la montaña y el río desde arriba», respondió su papá.

Poco después, el dron hizo un giro de 360 grados, como si estuviera bailando flamenco en el aire, y comenzó a descender hasta un pequeño claro en el bosque. ¡Pero eso no fue todo!. El dron dejó caer una cámara de acción que también llevaba atada, para grabar y hacer fotos a la vez. Logan lo atrapó con sus manos como si fuera un trozo de oro.

«¡Esto es como un tesoro escondido, hay que tratarlo con mucho cuidado!», dijo Logan mientras su papá reía y le daba una palmada en la espalda.

«Ahora podremos ver toda la montaña desde el aire», dijo su papá dándole la cámara con una gran sonrisa.

Con el dron volando alto y grabando su travesuras, comenzaron a explorar lugares mágicos. Encontraron flores que brillaban como estrellas, piedras que cambiaban de color como si tuvieran vida propia, vieron hasta familias de animalitos comiendo hierba, y hasta un arroyo que cantaba su propia melodía mientras saltaban de piedra en piedra para cruzarlo.

«¡Es como estar en una película de aventuras!», dijo Logan, mirando la grabación del dron en su cámara mientras hacía saltitos de felicidad.

Después de un rato, decidieron descansar junto al arroyo. Logan sacó su bocadillo (y sus chuches, claro) y su papá se sentó con él.

«¿Sabes, papá?. Esta montaña es mucho más divertida con el dron, parece que estamos en una película de Indiana Jones. ¡Es como tener un amigo volador que nos hace fotos increíbles e inolvidables!», dijo Logan, mientras se reía de lo bien que lo estaban pasando.

«¡Sí!. Y lo mejor es que no solo estamos viendo cosas increíbles, sino que también estamos haciendo recuerdos para toda la vida», dijo su papá, mientras el dron daba una última vuelta alrededor de ellos, haciendo un «brrrr» de despedida, como si dijera: «¡adiós, amigos, me voy a recargar para la próxima aventura!».

Con la batería del dron casi agotada, decidieron emprender el camino de regreso. Aunque su excursión estaba llegando a su fin, Logan sabía que cada vez que mirara la grabación o las fotos en las paredes del salón, recordaría las increíbles aventuras con su papá y su super dron.

«¡Papá, la próxima vez llevamos un mapa por si el dron se pierde!», dijo Logan, entre risas.

«¡Trato hecho, compañero de aventuras!», respondió su papá, mientras ambos bajaban por el sendero, llenos de alegría, risas y un montón de historias que contar.

Y colorín colorado, esta aventura en la montaña con el dron ¡ha quedado grabada para siempre en sus recuerdos, y por su puesto… en las fotos del salón!.

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