Había una vez, una niña de 10 años que se llamaba Marina. A ella, le encantaba hacer senderismo con su familia, caminar mucho por la montaña, perderse y reencontrarse otra vez por cada uno de los caminos que elegía.

Un domingo, Marina estaba en la montaña de excursión con su familia, pero se distrajo siguiendo a una gran mariposa blanca y se perdió. En lugar de entrar en pánico, Marina decidió seguir caminando para encontrar de nuevo el camino correcto para reencontrarse con su familia. Al poco rato, se dio cuenta de que todo a su alrededor se veía diferente: los árboles eran de colores brillantes, las flores cantaban un poco raro, no muy afinadas, y el aire olía así rico, como a chocolate.

Entonces, vio un letrero de madera que decía: «¡Bienvenida a Tikitoko, el lugar de las aventuras más divertidas del mundo!». Marina no podía creer lo que veía. Decidió seguir un sendero verde que parecía llevar a lo alto de una montaña, pensando que desde lo alto podría encontrar a su familia más rápidamente. Pero pronto se dio cuenta de que el sendero no iba a ser fácil… ¡tenía que enfrentarse a varios desafíos que tenían pinta de bastante raros, y seguro que divertidísimos!. De pronto, Marina se paró en seco a ver otro cartel de madera que ponía: Aventura 1. El río de pirañas con dientes mega afilados

¿Qué sería eso?, pensó. Siguió caminando, y al llegar a un río muy ancho, Marina se dio cuenta de que el agua estaba llena de pirañas con dientes afiladísimos que brillaban como cuchillos. Las pirañas nadaban rápidamente, saltando y mostrando sus enormes bocas hambrientas y que se comían todo a su paso. Marina, que era muy ingeniosa, pensó rápido. ¡Sacó su mochila y encontró una cuerda mágica que le habían traído los Reyes Magos el año pasado!. Al lanzar la cuerda al río, la cuerda se convirtió en un firme puente flotante. Marina cruzó el río saltando de piedra en piedra, mientras las pirañas miraban desde abajo, frustradas de no poder comer nada hoy. ¡Ohhhh, hoy no era su día de suerte para ellas!.

Marina se puso a salvo y recogió el equipamiento, siguió andando un poco y encontró otro cartel; Aventura 2: El bosque de los árboles bromistas

Madre mía, ¿y ahora, que será esta broma?. Una vez cruzado el río, Marina entró en un bosque donde los árboles parecían tener vida. ¡Los árboles no paraban de bromear!. Uno de ellos, con una cara sonriente, se le acercó y le dijo: “¿Sabes por qué los árboles nunca usan internet? ¡Porque les gusta estar enraizados en el suelo, sin navegar!”. Marina no pudo evitar reírse, el chiste era lo más malo que había oído en esa semana. Pero el árbol le dio un desafío más difícil todavía: «Si quieres pasar, tendrás que hacer reír a todos los árboles de tu alrededor».

Marina que no era muy buena contando chistes, porque se le olvidaban y no se acordaba nunca de ninguno, se sentó, hizo fuerza para pensar… y después de 10 minutos pensando… ¡se acordó de un chiste que le contó su tío y que era malísimo, seguro que reirían!.

A ver, árboles bromistas, ¡vais a alucinar, shhhh, atentos!: – «Jaimito, si en esta mano tengo 8 naranjas y en esta otra 6 naranjas. ¿Qué tengo?. – ¡Unas manos enormes señorita!».

Los árboles se miraron serios unos a otros, y de repente se escuchó una gran carcajada al fondo… ¡Buahhhh, ese chiste es malísimo pero muy divertido, jajajajajajajajaaja!. A algunos árboles se les caían lágrimas de la risa con el tremendo chistecito de Marina, así que… ¡otra prueba conseguida!. La niña siguió su camino, ya faltaba poco para llegar a lo alto de la montaña y poder ver desde allí dónde estaba su familia.
Después de seguir andando por el sendero un ratito, encontró otro cartel de madera: Aventura 3: La gran montaña del sendero verde

De repente, vio algo raro: un grupo de caballos con alas que corrían por el cielo. Uno de ellos se acercó y le dijo: “Si quieres llegar rápido a la cima, ¡sube a mi lomo!”. Marina, sorprendida pero emocionada, montó uno de los caballos alados, que comenzó a volar por encima de la montaña. Desde lo alto, Marina pudo ver todo Tikitoko, y lo más importante, ¡a su familia al fondo, esperándola al final del río!.

Marina saltó del caballo al llegar a la cima y, al fin, vio a su familia que la saludaba. “¡Marina, te hemos encontrado!”, dijeron fuerte todos a la vez. Aunque su familia no entendió como Marina no estaba asustada por haberse perdido, Marina no podía dejar de reír y contarles historias sobre las pirañas de dientes afilados como cuchillos, los árboles bromistas y los caballos que volaban.

Al final, la familia de Marina regresó junta a casa, cansada pero muy feliz, y mientras se acurrucaban, por fin, junto a la chimenea.

Y colorín colorado, Marina sonriendo, sabía que, aunque todo había sido una gran aventura mágica en Tikitoko, lo mejor de todo era haber descubierto que: aunque a veces no vemos, sino tienes miedo y sigues adelante, siempre encontrarás tu camino.

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