Había una vez, en un pequeño pueblo llamado El Cerezo con un árbol muy especial. Este árbol, grande y frondoso, era conocido como el Árbol de los Sueños. Cada año, los niños se reunían bajo sus ramas para contarle sus deseos y sueños al viento, y se decía que el árbol los hacía realidad.
Un día, unas nubes oscuras llegaron sin previo aviso. Fue una tormenta feroz, una DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) que trajo gran cantidad de lluvias torrenciales. El río que pasaba cerca del pueblo creció rápidamente, y las casas y los caminos se inundaron. La gente corría, buscando un refugio, mientras el viento rugía y la lluvia no paraba de caer.
En medio de la confusión, tres amigos se encontraron bajo el Árbol de los Sueños. Estaban Marta, una niña valiente que siempre soñaba con ayudar a los demás; Paco, un niño con un corazón muy grande; y Lila, que aunque era pequeña, nunca dejaba de soñar con un mundo mejor.
— ¡Tenemos que hacer algo! —dijo Marta, mirando el río desbordado. — ¡La gente necesita ayuda!
— ¡Sí! —respondió Paco, mientras observaba las casas inundadas. — ¡Pero no sabemos qué hacer!.
Lila, que era la más pequeña, se acercó al Árbol de los Sueños. Con una voz suave, le susurró al viento:
— Árbol de los Sueños, por favor, ayúdanos a ayudar a todos.
Entonces, algo increíble sucedió. El viento se calmó, y las ramas del árbol comenzaron a moverse. Como si entendiera el deseo de los niños, el árbol dejó caer unas semillas brillantes al suelo.
— ¡Mirad! —gritó Lila, señalando las semillas. — ¡Son semillas mágicas!.
Marta y Paco recogieron las semillas y, siguiendo el consejo del árbol, comenzaron a repartirlas entre los vecinos. Estas semillas no solo daban vida a nuevas plantas, sino que también ayudaban a reparar los daños causados por la tormenta. Las casas que habían quedado dañadas se empezaron a reconstruir con rapidez, y el agua comenzó a retroceder poco a poco.
Todos los habitantes del pueblo se unieron para plantar las semillas y construir nuevos refugios. A medida que los niños y los adultos trabajaban juntos, la solidaridad crecía en sus corazones. Los vecinos más cercanos ayudaban a los más lejanos, los grandes cuidaban a los pequeños, y todos compartían lo que tenían, desde alimentos hasta sonrisas.
Con el paso de los días, el pueblo de El Cerezo se levantó, más fuerte y unido que nunca. Los niños aprendieron que, aunque las tormentas pueden ser muy fuertes y aterradoras, la solidaridad y la ayuda mutua son mucho más poderosas. Gracias a su valentía y a la ayuda del Árbol de los Sueños, no solo salvaron su hogar, sino que hicieron crecer un futuro lleno de esperanza.
Desde ese día, el árbol ya no solo era el Árbol de los Sueños, sino también el Árbol de la Solidaridad. Y cada vez que alguien necesitaba ayuda, todos sabían que, como el árbol, sus sueños y esfuerzos juntos podían hacer frente a cualquier tormenta.
Colorín colorado, este cuento solidario ha terminado.
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