Había una vez, una casa mágica que parecía normal, pero no lo era, porque allí vivía mi abuelo Alfonso. ¡Y mi abuelo era mágico y especial!. No solo tenía un bigote tan grande como un pincel de pintor, sino que siempre estaba feliz, como si hubiera encontrado una nevera llena de helados super deliciosos. Pero un día, ¡oooh noooo!, se puso triste. Y yo, que soy más curiosa que un gato, le pregunté: “¿Abuelito, por qué estás tan triste?”.
Él me miró con esos ojitos que brillaban como dos gotas de miel que parecían caramelos, y me dijo: “Jéssica, no estoy triste, solo estoy buscando la luz que ilumina mi sombra”.
¡¿La luz que ilumina tu sombra, cómo es eso abuelito?!. Yo me quedé pensando y miré hacía atrás a mi sombra, que siempre me seguía como un perrito a todas partes, y la verdad, ¡que no entendía nada!. Pero mi abuelo siguió hablando, como si estuviera dando una clase magistral de magia:
“Escucha, Jéssica, porque lo que voy a decir es muy importante, porque pronto me iré y quiero contarte este secreto que seguro que te ayudará más de una vez. Cuando yo era pequeño, me daba un miedo terrible mi sombra. ¡Corría más rápido que un cohete, y corría y corría…! Pero un día, ya agotado de correr, oí una voz desde mi panza (sí, de mi panza, ¡eso suena raro, ¿verdad?!). La voz me dijo: “¡Alfoooooonso, busca la luz y no corras más, que al final te vas a caer y te vas hacer un chichón!”. Así que busqué, y busqué… y encontré un lugar donde el sol era tan brillante que casi me hizo ponerme las gafas de sol. Desde ese día, ya no le temí a mi sombra ni a la oscuridad. Solo tenía que buscar mi luz y todo se volvía más fácil”.
“¿Y qué pasó con la sombra, abuelito?”, le pregunté. Él sonrió como si estuviera a punto de contarme el mejor secreto del mundo. “Bueno, Jéssica, la sombra seguía ahí, pero ya no me asustaba. Ahora sé que cuando aparece, solo tengo que buscar la luz dentro de mí, como si fuera un superhéroe, porque esa luz nos da la fuerza que necesitamos”.
“¡Oooohhh abuelito!”, exclamé, “yo también veo mi sombra, ¡y a veces me asusta!”.
Mi abuelo me abrazó, me puso en su regazo y me dijo: “¡Pues entonces es el momento de ser una superhéroe! Porque cuando la sombra te asuste, solo busca dentro de ti la luz que te hace brillar. ¡Y nunca dejes de correr hacia ella, pues seguro que te dará la energía y fuerza que necesitas!”.
Y así fue como mi abuelo Alfonso me enseñó que, cuando las sombras aparezcan, ¡es solo porque la luz está cerca para iluminarnos en nuestro camino!. Ahora, cada vez que veo mi sombra, ¡me siento como una valiente exploradora buscando la luz con el poder de mi linterna mágica interior!.
Y colorín colorado, ¡este cuento de sombras y luces mágicas ha terminado!.
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