
Había una vez, un grupo de amigos inseparables: Sofía, Peter, Sebastián y su perrito Toby. Un día decidieron ir a explorar el misterioso Castillo Embrujado de Fantasía, un lugar que, según las historias, estaba lleno de fantasmas traviesos, aterradoras risas de brujas y muchas otras sorpresas.
Era de noche cuando llegaron al castillo, con sus linternas brillando como estrellas. ¡Pero el castillo no estaba tan aterrador como esperaban!. En lugar de murciélagos, había mariposas luminosas volando alrededor. De hecho, todo el lugar parecía un poco… raro. Las puertas del castillo se abrieron solas, ¡como si los estuvieran invitando a entrar!.
—¡Vamos! —dijo Sebastián, empujando a Toby, que ladraba muy nervioso.
Dentro, todo parecía normal, excepto por un detalle: ¡había una fiesta de fantasmas!. Los fantasmas no flotaban ni daban miedo, sino que estaban bailando salsa, tocando maracas, trompetas y riendo a carcajadas.
—¡Bienvenidos a la fiesta de los Fantasmáticos! —gritó uno de los fantasmas, que llevaba un sombrero enorme lleno de plumas azules y blancas.
Sofía se rió y le preguntó:
—¿Por qué están bailando salsa? ¡Creía que los fantasmas eran terroríficos!.
—¿Terroríficos? ¡Ay, por favor!. —respondió el fantasma, tomando su maraca y comenzó a bailar—. ¡Aquí solo venimos a divertirnos! ¡La vida después de la muerte es mucho mejor con ritmo!.
De repente, un fantasma se acercó a Toby, y comenzó a hacerle cosquillas en la barriga. ¡Toby empezó a reír tanto que se le salieron tres ladridos y hasta se le escapó un poco de pipí por tanta risa!. Los fantasmas se unieron, y todos comenzaron a reír como si fuera un gran concierto de carcajadas. ¡Hasta Peter, que normalmente nunca sonreía, comenzó a partirse de risa al ver tremendo espectáculo!.
Luego, un gran fantasma con una capa roja larga de terciopelo les ofreció un pastel. El pastel, en lugar de ser de chocolate o vainilla, ¡estaba hecho de nubes! Cada vez que alguien lo mordía, ¡se ponía a flotar!. ¡Todos empezaron a volar por el castillo como si fueran globos de helio!.
—¡Esto es una locura! —exclamó Peter mientras volaba en círculos.
Al final, cuando ya estaban todos cansados de tanto reír y flotar, uno de los fantasmas les dijo:
—Gracias por venir a nuestra fiesta. Si algún día necesitáis algo de alegría y buenos pasos de baile, ¡ya sabéis dónde venir, os lo pasaréis terriblemente bien!.
Y así, los amigos salieron del castillo cuando pudieron bajar al suelo, y entre risas, y con la promesa de regresar siempre que quisieran a divertirse un montón, pues ya sabían el camino para llegar a la fiesta de los Fantasmáticos salseros.
¡Y colorín colorado, este cuento del castillo encantado se ha acabado!.
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