Había una vez un grupo de niños llamados Pablo, Ana y Luis. Eran los mejores amigos y les encantaba jugar al baloncesto. Cada tarde, se reunían en el pabellón deportivo para practicar sus tiros y jugadas. ¡Eran tan buenos que pensaban que algún día jugarían en la NBA! Pero un día, algo MUUUUY raro pasó…

Cuando llegaron al pabellón, todo parecía normal. Las canastas estaban en su lugar, las líneas de la cancha pintadas y la pelota… ¡perfecta! Pero al intentar hacer un tiro, Pablo notó algo extraño. «¿Qué le pasa a la canasta?», murmuró, mirando hacia arriba.

La canasta comenzó a temblar y a mover la red como si tuviera vida propia. «¡Aaaay, ay, aaaay!» dijo Ana, aterrada. Pero lo que ocurrió después fue aún más raro: ¡la canasta empezó a hablar!.

«¡Hola, chicos!» dijo la canasta, con voz de abuela chismosa. «Soy la Canasta Mágica y hoy estoy muy traviesa. ¡Así que prepárense para un partido muy especial!»

Pablo, Ana y Luis se miraron, sin saber qué hacer. «¿Qué está pasando?», preguntó Luis, frotándose los ojos.

De repente, la pelota se levantó del suelo, ¡como si estuviera flotando! La canasta, con su voz cantarina, dijo: «¡Lancen el balón y veamos qué pasa!».

Pablo, sin pensarlo dos veces, lanzó un tiro… ¡y el balón hizo un giro tan raro que pasó por debajo de la canasta y terminó en el otro lado de la cancha! «¿Eso fue un tiro o un truco de magia?», preguntó Ana, sorprendida.

«¡Eso fue magia pura!», respondió la canasta, riendo. «Ahora, ¿quién quiere intentarlo de nuevo?».

Luis, con mucha valentía, intentó hacer un triple desde el centro de la cancha. Pero, justo cuando lanzó el balón, la canasta se movió y comenzó a bailar en círculos. ¡El balón fue dando vueltas y trompos y, en vez de entrar, saltó por encima de la canasta y cayó en el suelo girando sobre sí misma 1 minuto! «¡Esto es increíble!» dijo Luis, riendo a carcajadas.

«No preocuparos», dijo la canasta, «voy a hacer que cada tiro sea una sorpresa. ¡Veamos quién es el que puede encestar mientras hago un poco de magia!».

De repente, la canasta comenzó a elevarse en el aire, ¡subiendo cada vez más alto! Los niños corrían hacia ella, saltando para intentar alcanzar el balón, pero la canasta se movía a un lado y al otro, como si estuviera jugando con ellos.

Finalmente, después de varios intentos fallidos y un montón de risas, Pablo lanzó un último tiro… y esta vez, ¡la canasta se detuvo en el aire, justo a su altura! El balón pasó por el aro, y todos gritaron: «¡Dentrooooo, uy uy uy!».

«¡Eso estuvo cerca!» dijo la canasta, bajando lentamente hasta el suelo. «Bueno, chicos, ¡eso fue todo por hoy!. La próxima vez, si queréis jugar, aseguraros de que la canasta está de buen humor y quieta, no como hoy!.»

Y así, entre risas, saltos y un montón de magia, los niños se despidieron del pabellón deportivo, sabiendo que la canasta mágica los esperaba para más locuras al día siguiente.

Y colorín colorado, este cuento de baloncesto mágico y disparatado ha terminado.

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