Había una vez, en lo profundo de los bosques africanos, un pequeño elefante llamado Elfo. Aunque era muy joven y un poco torpe, Elfo tenía algo muy especial: ¡siempre encontraba polvos mágicos de colores en el bosque!. Un día, mientras paseaba por el bosque buscando su comida favorita (¡plátanos, por supuesto!), Elfo encontró una cajita misteriosa de polvos brillantes escondida debajo de un árbol. Los polvos venían en todos los colores del arcoíris: rojo, azul, verde, morado y amarillo.
«¡Esto debe ser mágico!», pensó Elfo, mirando con asombro los polvitos brillantes.
Elfo decidió probarlos. Con un trompazo de su trompa, sopló un poquito de polvo verde sobre una piedra. ¡Y de repente, la piedra empezó a bailar! .¡Sí, la piedra comenzó a saltar y a hacer giros como si fuera una bailarina de ballet!.
«¡Guau, esto está increíble!», gritó Elfo, aplaudiendo emocionado.
Decidió que iba a usar todos los polvos mágicos para hacer la fiesta más grande del bosque. Pero, claro, no todo iba a salir perfecto.
Elfo, muy entusiasmado, echó polvo rojo sobre una roca, pero en lugar de bailar, la roca se volvió tan roja como un tomate y empezó a rodar por todo el bosque, persiguiendo a los animales como una pelota gigante. «¡Corre, corre!», gritaba Elfo, mientras los animales se subían a los árboles para evitar ser aplastados.
«¡Aaaahhh! ¡Ayuda!», gritaba una cebra, saltando de un lado a otro para no ser atropellada por la roca descontrolada.
«¡Elfo, detén esa roca!», gritaba un león que había tenido que saltar dentro de un arbusto para protegerse.
Elfo, en lugar de asustarse, solo se reía de lo que había causado. «¡Ups! Creo que usé demasiado polvo rojo.»
Luego, decidió usar polvo azul en el aire, con la esperanza de hacer algo bonito. Al instante, el polvo azul comenzó a flotar, y de repente, ¡el aire se llenó de mariposas azules que volaban por todos lados!. Pero, ¡espera! ¡No solo mariposas! ¡También aparecieron elefantes azules flotando por el aire, con globos! ¡Sí, ¡elefantes voladores con globos!.
«¡Esto es lo más raro que he visto!», dijo Elfo, riendo sin parar, mientras un elefante volador le ofrecía un globo que se levantaba del suelo.
Mientras tanto, un mono travieso decidió probar el polvo amarillo. El mono, llamado Paco, se acercó y, con mucha curiosidad, sopló un poco sobre una palmera. ¡De repente, la palmera comenzó a reírse como si fuera una persona! ¡Y no paraba! Se reía tan fuerte que todos los animales comenzaron a reír también.
«¡Jajaja, soy la palmera más graciosa del bosque!», decía la palmera mientras se balanceaba de un lado a otro.
Elfo se quedó mirando todo esto, con la trompa levantada y una sonrisa gigante. «¡Esto está siendo mucho más divertido de lo que imaginé!».
Pero, al final, Elfo decidió que debía calmarse un poco. Así que, con mucho cuidado, tomó el polvo morado y lo roció por el suelo. En ese momento, de la tierra comenzaron a salir flores moradas que cantaban. ¡Sí, flores que cantaban! Cantaban canciones de samba, ¡y hasta el león se puso a bailar!.
Elfo, muy contento con todo lo que había hecho, se sentó a descansar. «¡Esta ha sido la mejor fiesta de toda África!», dijo, mientras veía cómo todos los animales del bosque se divertían con sus locuras mágicas.
Al final del día, Elfo aprendió que los polvos mágicos podían ser muy divertidos, pero también podían ser un poco impredecibles. Así que, aunque su fiesta mágica había sido un caos total, todos los animales del bosque se lo pasaron genial.
«Creo que mañana probaré el polvo rosa,» pensó Elfo, «pero tal vez lo haga con más cuidado.»
Y colorín colorado, ¡Elfo y sus polvos mágicos dejaron el bosque lleno de risas y magia por todos lados!.
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