
Había una vez tres amigos muy traviesos: Pablo, Laura y Diego. Vivían en un pequeño pueblo rodeado de montañas, ríos y puentes por todas partes, pero lo que más les gustaba era hacer aventuras y excursiones juntos. Un día de primavera, cuando el sol brillaba como un huevo frito en el cielo, decidieron investigar el desván de la casa de la abuela de Pablo.
“¡Tengo una idea brillante!”, gritó Pablo con los ojos tan grandes como la luna llena. “Voy a abrir el viejo baúl de mi abuela. ¡Quién sabe qué monstruos, tesoros o robots mágicos vamos a encontrar allí!”.
Laura y Diego se miraron arqueando las cejas con cara de asombro. “¿Monstruos? ¡Sí, por favor, vamos a convertirnos en los caza-monstruitos, y cuando seamos famosos… seguro que nos harán unas cuantas pelis de nuestras aventuras!. ¡Vamos a ver qué pasa porque suena genial!”, dijeron al unísono, corriendo por las escaleras tan rápido que casi tropezaron con el perro de Pablo que los miraba confundido pero les seguía en su nueva aventura, creo que para protegerlos… o para apuntarse a la disparatada misión, ya lo veremos más adelante.
Por fin llegaron al último piso, el desván estaba lleno de polvo, telarañas y algo que sonaba como si alguien estuviera resoplando en un pañuelo o tocando una vieja guitarra muy desafinada con una sola cuerda… ¡Que susto, era el viejo ventilador!, que sonaba con el aire que entraba por la ventana rota que había en el desván. Pablo, sin pensarlo, levantó la tapa de aquel misterioso y viejo baúl. ¡Y de repente, una nube de humo brillante salió disparada al techo!.
“¡¡Aaaahhh!!”, gritaron todos cubriéndose la cara como si una tormenta de peluches, kilos de purpurina y confeti les estuviera cayendo encima. Cuando el humo desapareció, lo que vieron los dejó con la boca abierta. Dentro del baúl había… ¡una llave dorada que brillaba como si estuviera hecha de sol derretido!.
“¡Ohhhhh, esta llave debe llevarnos a un mundo de unicornios bailarines o a una isla llena de pasteles!”, dijo Diego dando saltos de emoción.
Antes de que alguien pudiera decir algo más, la llave comenzó a brillar aún más y… ¡pum! ¡Todo desapareció y, en su lugar, apareció un gigantesco bosque con árboles que parecían tener piernas y bailar flamenco!.
“¿Esto… es un desván o un circo?”, preguntó Laura mirando alrededor con los ojos como platos, mientras algún que otro monstruito divertido se posaban en sus hombros o cabezas.
Justo en ese momento, apareció una hada con alas de mariposa, pero tenía un peinado tan raro que parecía que un gato recién levantado le había hecho la trenza a lametazos con bolas de pelo, que a un bonito peinado, pero no pasaba nada, la hada se puso en su papel mágico y dijo: “¡Bienvenidos al Bosque de las Aventuras Mágicas!”, dijo con una voz tan aguda que hizo que los tres amigos se taparan los oídos. “Soy Lira, la hada con más estilo, y si queréis regresar a casa, tendréis que completar tres desafíos. ¡Pero no os preocupéis! ¡Serán tan divertidos que os reiréis hasta que se os caigan los calcetines!”.
Pablo, Laura y Diego se miraron con una sonrisa traviesa. ¡Desafíos mágicos! ¡Eso suena genial como una fiesta de risas, nos apuntamos!, dijeron los tres amigos a la vez.
El primer desafío: «La Carrera de los Árboles Cantores»
Dentro de aquel mundo fantástico, los árboles del bosque empezaron a cantar, pero no eran canciones normales. ¡Cantaban como si se les hubiera metido un pato dentro de la garganta!. Uno cantó “¡La vaca lecheraaaah ooohh, es muy tierna uuuhh oohhh y tiene buena caraaaa ahhh yeahhhh!”, y otro cantó “¡Soy una piñaaaaa, yo soy una piñaaaa!”, mientras movía sus pequeñas hojas haciendo figuras de piña. Los niños estaban alucinando ¡Aquellos árboles no podían cantar una canción normal si aunque les pagaran!.
Pero lo peor no eran las canciones, ¡sino que las ramas de los árboles se movían como si quisieran atrapar a los niños!. Así que Pablo, el más ágil, empezó a correr y saltar, esquivando ramas que trataban de darle en la cabeza. “¡Esto es como un parque de trampolines, pero con árboles locos!”, gritó mientras esquivaba una rama que se movía como un tentáculo de un enorme pulpo. Laura y Diego se unieron a la carrera riendo tanto que casi caen al suelo por la risa de ver aquella escena que parecía sacada de mi serie de dibujos favorita de risa.
Cuando finalmente cruzaron al otro lado, Lira les dio la pista para el siguiente desafío, ¡pero ellos no paraban de reírse de por las aventuras divertidas que estaban viviendo!.
El segundo desafío: «La Búsqueda de las Estrellas Perdidas».
“¡Las estrellas se han escapado del cielo y están haciendo fiestas por todo el bosque!”, dijo Lira. “¡Necesitamos atraparlas y devolverlas al cielo, sino nuestro mundo entero desaparecerá dentro de cinco minutos!”.
Las estrellas flotaban por todas partes, ¡y eran tan traviesas como un chicle pegado en el zapato!. Una estrella se metió dentro de un arbusto, otra se escondió detrás de una roca, ¡y otra más decidió bailar como si fuera una bola de discoteca!.
Pablo, Laura y Diego comenzaron a saltar y corretear tratando de atraparlas. Laura hizo un salto tan alto que casi toca un cohete del espacio que justo pasaba por allí. “¡Estoy alcanzando el cielo, pero con estilazo, mirar que gran salto chicos!”, gritó, aunque estaba tan, tan, taaaaaan alto, que ya ni se le veía ni se le escuchaba casi, parecía una hormiguita volando por el espacio. Finalmente, después de una persecución digna de una película de acción y mucho sudor, lograron atrapar las tres estrellas de diferentes colores.
“¡Lo conseguimos!”, gritaron juntos, y las estrellas regresaron al cielo como si fueran cohetes. El bosque se iluminó con un brillo mágico, ¡y los tres amigos brillaban también de felicidad!.
El tercer desafío: «El Laberinto de los Ecos».
Lira les dijo: “Para este desafío, tendréis que encontrar la salida antes de que los ecos os hagan perder la cabeza y olvidaros de todos vuestros recuerdos. ¡Pero no os preocupéis! ¡Vuestras voces suenan muy divertidas y os ayudarán!”.
Así que comenzaron a gritar, pero… ¡cada vez que hablaban, sus voces se multiplicaban y se escuchaban por todos lados!. “¡Vamos por aquí!” gritó Pablo, pero una voz extraña replicó: “¡Por aquí iii quii aquí iiii….!” ¡Las voces no paraban de gritar y aquello parecía un concierto de miles de letras sueltas, y ellos se reían tanto que casi se caen al suelo, hasta Diego de poco se hace pipí encima!.
“¡Esto es como estar en una fiesta de gritos y risas en las fiestas de verano del pueblo!”, dijo Diego mientras Laura hacía un “¡OOoooooOOoooooOOoooooooooohhh!” tan fuerte que todos los ecos terminaron riendo también con ellos. Finalmente, se dieron cuenta de que la salida estaba justo frente a ellos. ¡El laberinto desapareció en un chasquido de dedos!. ¡Zas!.
“¡Lo logramos!”, exclamaron los tres rodando por el suelo de la risa todavía.
Lira apareció de nuevo, esta vez flotando en el aire y lanzando destellos de colores por todo el bosque. «¡Mis valientes aventureros!», exclamó. «Como recompensa por superar todos los desafíos con tanto valor y tantas risas, que de poco me hago yo pipí encima también, os doy este regalo mágico: una cajita dorada que contiene piedras brillantes que pueden usarse para regresar a este bosque siempre que queráis… ¡y para hacer que vuestros días sean más brillantes que nunca!»
Los tres amigos miraron las piedras en sus manos, y cada una brillaba como una estrella fugaz. «¡Estas piedras no solo abren puertas mágicas!», dijo Lira guiñando un ojo. «También dan buena suerte y tienen el poder de hacer reír a cualquiera, ¡incluso a un dragón gruñón!».
Con una sonrisa de oreja a oreja, Pablo, Laura y Diego se despidieron de Lira, quienes, al regresar a casa, se dieron cuenta de que el bosque había dejado una huella mágica en sus corazones. Sabían que cada vez que miraran las piedras, no solo recordarían las aventuras, sino que también recordarían el poder de la risa, la amistad y cómo superar cualquier reto… ¡siempre con una sonrisa!. Así terminó la primera historia de magia más brillante de todas del viejo baúl lleno de telarañas y diversión de casa de la abuela de Pablo.
Y colorín colorado, ¡el baúl y la magia, por hoy, ya se han acabado!.
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