
Había una vez un tren mágico llamado El Risas Exprés. No era un tren normal, ¡no, no!. Este tren no usaba carbón ni electricidad… ¡funcionaba con carcajadas!. Cuantas más risas escuchaba, más rápido iba.
El conductor se llamaba Don Pito Pitón, porque cada vez que hablaba, su voz sonaba como un silbato:
—¡Piiii! ¡Todos a bordo del Risas Exprés! ¡Piiii!.
Pero el personaje más gracioso del tren era el revisor, el señor Calcetín. ¿Por qué ese nombre?. Pues porque siempre llevaba un calcetín de cada color: uno verde con rayas y otro con unicornios. Según él, era “para no aburrirse mientras caminaba”.
Cada día, el señor Calcetín revisaba los billetes, aunque siempre los confundía:
—A ver, señora Tortuga, su billete… ¡uy!. Esto es una hoja de lechuga señora…
—Niño Cangrejo, su pasaje… ¡espera!. Esto es un cromo de fútbol chaval.
¡Y lo peor es que él seguía tan tranquilo!.
—Bueno, ¡todo correcto! ¡Suban, suban!.
El tren viajaba por lugares increíbles: atravesaba montañas de nata montada, cruzaba ríos de chocolate caliente y pasaba túneles que hacían cosquillas. En serio, cada vez que el tren entraba en un túnel, los pasajeros empezaban a reír sin parar:
—¡Ji ji ji! ¡Jo jo jo! ¡Ja ja ja!.
¿Por qué?. Porque el humo del tren era de polvo de cosquillas, y nadie podía escapar de él.
Un día, el tren se quedó sin risas y empezó a ir muy despacito… casi, casi como un caracol cansado, así que imagínate lo lento que iba.
Don Pito Pitón gritó desde la locomotora:
—¡Piiii! ¡Necesitamos risas urgentemente!.
El señor Calcetín tuvo una idea brillante (aunque algo disparatada):
—¡Vamos a contar chistes y a hacernos cosquillas entre todos!.
Las jirafas le hacían cosquillas a los pingüinos. Los elefantes contaban chistes malos, pero de esos malísimos que no paras de reír en dos horas, a las ranas que habían en el tren. Y los niños… ¡hicieron una guerra de cojines en el vagón restaurante!.
Poco a poco, las carcajadas llenaron el tren, el motor rugió de alegría y el Risas Exprés volvió a volar de nuevo como un cohete.
Desde entonces, el señor Calcetín fue nombrado “Revisor Jefe de Diversión”, y todos los pasajeros sabían que, para que el tren funcionara, no había que preocuparse ni enfadarse… ¡solo había que reír!.
Y colorín colorado, a veces, las risas son el mejor combustible. No olvides que la diversión es tan importante como el viaje. ¡Así que no te olvides de reír en cada estación!.
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