En un tranquilo pueblo llamado Villacornio, vivía un toro llamado Tono. Tono era famoso por sus enormes cuernos, que eran tan grandes que a veces se tropezaba con ellos al correr. A pesar de su torpeza, Tono era un toro valiente y siempre soñaba con tener aventuras emocionantes.

Un día, mientras paseaba cerca del volcán del pueblo, algo extraño ocurrió. El volcán comenzó a temblar y a emitir humo. “¡Oh no! ¡Esto no es bueno!” pensó Tono. Pero, en lugar de salir corriendo, su curiosidad lo llevó más cerca. Justo cuando se acercaba, ¡BAM! Una erupción hizo que un montón de lava y piedras volaran por los aires.

—¡Ayuda! —gritó Tono, mientras intentaba esquivar las rocas que caían. Sin embargo, en medio del caos, una gran nube de polvo lo envolvió. Cuando el polvo se disipó, Tono se dio cuenta de que algo había cambiado.

—¿Qué me pasa? —se preguntó, mirándose los cuernos. ¡Estaban brillando! Y no solo eso, Tono se sentía… ¡diferente! Se dio cuenta de que había adquirido superpoderes.

Primero, Tono intentó volar. Se puso en la posición de despegue y, ¡zaz! Con un batir de cuernos, se elevó en el aire. Pero, como no sabía controlar su vuelo, comenzó a girar y a dar vueltas, como si fuera un trompo. Se dio un golpe en el suelo y aterrizó de espaldas.

—¡Esto va a requerir práctica! —dijo, mientras se levantaba y se sacudía el polvo.

Luego, decidió que era hora de probar otro poder. Se concentró y, de repente, comenzó a correr a una velocidad increíble. ¡Era como un rayo! Tono se sentía invencible. Con un gran salto, se lanzó hacia el borde del cráter del volcán y aterrizó justo a tiempo para salvar a un grupo de ovejas que se había quedado atrapado.

—¡Sálvense! —gritó Tono—. ¡Yo les ayudaré!.

Con un movimiento rápido de sus cuernos, hizo un camino seguro para que las ovejas pudieran escapar. Las ovejas, muy agradecidas, comenzaron a aplaudir.

—¡Eres un héroe, Tono! —dijo una de ellas, mientras sus compañeros lo miraban admirados.

Tono estaba tan emocionado con sus nuevos poderes que decidió que no podía parar. Corrió por el pueblo, ayudando a todos. Rescató a un gato atrapado en un árbol, evitó que un pato se resbalara en un charco y, hasta ayudó a la señora Margarita a llevar su compra a casa.

Pero cuando todo parecía perfecto, Tono vio que el volcán estaba a punto de erupcionar de nuevo. Las nubes de ceniza se alzaban por los aires y Tono supo que debía hacer algo grande para proteger a su pueblo.

—¡Es hora de ser un verdadero héroe! —gritó, mientras corría hacia el volcán.

Con su nueva velocidad, se lanzó al cráter y, usando sus cuernos, comenzó a desviar la lava hacia un valle vacío. Fue un esfuerzo titánico, pero gracias a sus superpoderes, Tono logró controlar la lava y proteger a su amado pueblo.

Cuando terminó, todos en Villacornio salieron a celebrar. El alcalde le dio a Tono una medalla brillante en forma de cuerno.

—¡Eres el mejor toro del mundo! —gritaron todos.

Desde ese día, Tono no solo fue conocido como el toro de grandes cuernos, ¡sino como el Toro Valiente de Villacornio, el héroe que salvó a todos de la erupción del volcán! Y aunque seguía siendo un poco torpe, había aprendido que con valentía y un poco de locura, ¡puede hacer cosas extraordinarias!

Y colorín colorado, ¡este cuento de Tono, el toro valiente, se ha acabado!.

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