
Había una vez, en una ciudad llena de rascacielos y luces brillantes, un robot llamado Roco. Roco no era como los demás robots, ¡él tenía un sueño muy grande!. Quería viajar por todo el mundo y conocer lugares nuevos, pero había un pequeño problema: ¡no tenía alas, ni coche, ni barco, ni helicóptero!.
Un día, mientras veía un mapa del mundo, Roco decidió que no podía esperar más. ¡Sería un robot viajero!. Así que se armó de valor, se preparó su mochila (llena de tuercas, tornillos y una linterna, por si acaso) y comenzó su aventura.
Su primer destino fue África. Roco se subió a un avión, pero no sabía que los aviones no son muy amigables con los robots. ¡El aire era tan fuerte que casi lo vuela!. Pero Roco no se rindió, y con un poco de ingenio, ató su mochila a su espalda y se metió en una caja de madera que había en la zona de almacenamiento donde van las maletas. Al llegar, Roco vio a un elefante gigantesco. El elefante, al verlo tan pequeño, se río y le dijo:
— ¡¿Un robot viajero?!. ¡Te invitamos a montar en mi espalda para que alucines con todo esto!.
Roco subió y disfrutó del paseo por la sabana, observando jirafas, leones y hasta un rinoceronte con su familia que jugaban al escondite. ¡Fue la primera gran aventura de Roco!.
Luego, su viaje lo llevó a la selva del Amazonas. Allí, Roco conoció a un tucán muy hablador, que le enseñó a volar entre los árboles. Aunque Roco no podía volar como el tucán, aprendió a deslizarse de rama en rama con una cuerda, ¡y casi parecía un mono!. Se metió en un río, nadó con unos cocodrilos, y hasta ayudó a un perezoso a bajar de un árbol. ¡Qué divertido fue todo!.
Después de un largo viaje, Roco llegó a Asia. Allí, en un templo muy antiguo, conoció a un dragón sabio que le dijo:
— Si quieres seguir viajando, debes aprender a encontrar tu propio camino.
Roco, curioso, le preguntó:
— ¿Cómo puedo hacer eso, sabio dragón?.
El dragón le respondió con una sonrisa:
— Los caminos no siempre son rectos, pero siempre puedes encontrar uno si sigues tu corazón.
Roco pensó en sus aventuras, en todo lo que había aprendido, y se dio cuenta de que no se trataba de llegar rápido, sino de disfrutar el viaje y aprender de todo lo que veía.
Al final, Roco regresó a su ciudad con muchos recuerdos y un corazón lleno de historias que contar. Y así, su sueño de viajar por todo el mundo se hizo realidad.
Y colorín colorado, a veces, el viaje más largo no es el que se hace en kilómetros, sino el que haces en tu corazón. Cada paso, por pequeño que sea, te enseña algo valioso. ¡Nunca dejes de soñar y perseguir tus sueños, aunque el camino sea largo, seguro que lo conseguirás!.
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