
Había una vez un lugar mágico donde vivían todos los personajes de los cuentos, pero no eran cuentos normales… ¡eran cuentos super actualizados!. En el Reino de los Cuentos Cambiados, las princesas no esperaban que nadie las salvara, porque se salvaban ellas solas. ¡Ya usaban espadas de colores, botas de montaña, y sus cerebros brillantes!. Y los príncipes… bueno, algunos cocinaban, otros rescataban gatos de los árboles, y otros hacían teatro con alguna marioneta.
Aquí, las princesas no lloraban en torres encerradas, hacían lo que ellas querían y hasta… ¡saltaban en camas elásticas!. Los caballeros ya no luchaban con espadas, ¡jugaban a la petanca con extraños dragones!. Y los héroes y heroínas podían ser niñas, niños, ranas, robots o incluso cabras con gafas de sol.
La más valiente del reino se llamaba Julia, una niña con el pelo despeinado, zapatillas de correr y una mochila mágica que todos los días se acordaba de sacar lo que había dentro, y la vaciaba para no ir cargada con tantas cosas innecesarias que iba metiendo a lo largo de la semana.
—¡Soy Julia, exploradora de los líos más grandes, y de cosas que hacen “pooooof” cuando explotan! —gritaba cada mañana montada en su patinete-loro (que chillaba cuando frenaba: “¡CUAC!”).
Un día, algo muy raro pasó:
¡Los cuentos se quedaron sin letras!. Solo quedaban dibujitos, signos de exclamación bailando y muchas “ñ” confundidas dando vueltas perdidas y enredadas en sus raros pensamientos que no les servían para nada.
—¡SOCORRO! —gritó el Rey, que ahora trabajaba de repartidor de pizzas mágicas entre semana—. ¡Mis libros tienen más huecos que un queso suizo!.
Julia se ajustó las gafas de sol que no necesitaba (porque era de noche) y dijo:
—Tranquilos. Yo me encargo. ¡Que suene la música de aventuras, igual que la que ponen en el cine!.
—¡Voy contigo! —dijo Nico, su mejor amigo, que llevaba puesto un disfraz de brócoli (que había usado en el festival del colegio) por si necesitaban camuflarse en un huerto, quién sabe dónde iban a acabar.
Y así, Julia, Nico y su gata karateka llamada Nika, partieron en busca de las letras robadas.
Primero visitaron a la Bruja Rita, que estaba viendo telenovelas en su bola de cristal mientras comía palomitas de caramelo.
—¡Yo no robé las letras! —protestó—. Solo estoy practicando ortografía con mis murciélagos. ¡La “h” muda me tiene harta!.
Después, llegaron a la Cueva del Dragón Hipster, que escribía poesía mientras hacía batidos verdes macro-micro-bióticos-ultrapros.
—¡Ni idea de las letras! —dijo el dragón con una barba que le llegaba hasta el suelo—. Aunque encontré una “Z” bailando flamenco en mi taza de té, por si la queréis.
Finalmente, llegaron al Monte Despiste, donde encontraron al ladrón: ¡era el Ogro Tristón!. Estaba sentado con una gran montaña de letras, formando palabras como “mostachón”, “pingüinópolis” o “supercalifragilisticoespialidoso”.
—¿Pero por qué hiciste esto, Ogro? —preguntó Julia.
—¡Es que nunca salgo en los cuentos! —dijo el ogro llorando a moco tendido—. Siempre soy el que huele mal, el que gruñe, el que se cae por accidente en el barro. ¡Quiero mi historia! ¡Con sombrero, arco iris y final feliz, como en esos que comen perdices, tarta o lo que sea!.
Julia pensó y dijo:
—Vale, trato hecho. Devuelves todas las letras y te escribimos un cuento donde tú seas el protagonista y nadie te diga «feo».
Y así nació el cuento: “Tristón, el Ogro Bailarín que rescató a un camión con su mágica pancarta de amor”.
Desde entonces, en el Reino de los Cuentos Cambiados, cualquiera podía ser el héroe: una niña con patinete-loro, un niño disfrazado de brócoli, un ogro llorón o incluso una “ñ” con sombrero que consigue desenredar sus pensamientos.
Y colorín colorado, así todo el mundo aprendió que en los cuentos de hoy… ¡las niñas y los niños pueden salvarse si quieren, juntos o por separado, y sin tener que esperar a ningún beso bobo!. Porque los héroes de hoy, aprovechan el tiempo y ya no esperan a nadie ni a ningún momento… ¡Se acuerdan cada día de vaciar sus mochilas para ir sin peso de más, se levantan sin mirar atrás, y siguen el camino para vivir nuevas y divertidas aventuras!.
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