El Reino de Chapotilandia

Había una vez, en el lejano Reino de Chapotilandia, donde todo estaba hecho de agua: las casas eran burbujas gigantes, los coches eran delfines y los helados ¡eran de hielo de arcoíris!, y también vivía mucha gente, pero en concreto, había un grupo de amigos muy especial y  traviesos: Pipo el pingüino, Rita la rana, Max el castor y Lulú la lagartija.

Un día caluroso, el Rey Mojadín, un enorme pez globo con corona, los llamó al Palacio Burbujeante.

—¡Amigos! —dijo inflándose como un globo—. El Sol está derritiendo los helados de arcoíris ¡y si no hacemos algo, se derretirán todas las sonrisas del Reino de Chapotilandia!.

Los amigos se miraron y gritaron al mismo tiempo:

—¡¡Guerra de aguaaaaaa!!.

Entonces, el Rey les entregó las Armapistolas Súper-Chorritrónicas, unas pistolas de agua mágicas que lanzaban chorros de colores, además de mucha, pero que mucha agua sin fin. Pero eso no era todo… también les dio la Bolsa Infinita de Globos Saltarines, globos de agua que botaban y perseguían a quien quisieras hasta alcanzarles y darles un buen remojón. Ellos eran… ¡los globos cazadores del Reino de.. . Chapotilandiaaaaa!.

Y, así comenzó la Gran Aventura Mojada más grande la historia jamás contada.

Pipo disparaba chorros fríos por su pico: ¡plish, plash, plosh!. Rita lanzaba globos con sus patas que perseguían a los guardias del sol. Max construyó una catapulta de troncos que lanzaba diez globos a la vez. Y Lulú… bueno, Lulú resbalaba por todos lados porque siempre estaba mojada y claro sus sandalias de lagartija ya tenían un poquito las suelas desgastadas .

Justo cuando pensaban que todo había terminado, Lulú tropezó con una piedra resbaladiza y sin querer activó la Catapulta de Max… ¡con todos los globos dentro!. La catapulta giró como loca y lanzó una lluvia de globos por todo el reino. Un globo rebotó contra la corona del Rey Mojadín, otro aterrizó en la cabeza de un delfín taxista, y el último se coló en la sopa del cocinero real, que gritó: “¡¿Quién me ha echado un globo al guiso?!”. Las carcajadas se oyeron tan lejos que hasta los flamencos del lago vinieron a ver qué pasaba… y claro, también acabaron empapados.

En medio de la batalla, de repente, un globo cazador se le pegó al trasero al Rey Mojadín y empezó a perseguirlo por todo el palacio. ¡PLAF! ¡El globo explotó y el Rey gritó como una sirena con catarro!. Todos rieron hasta rodar por el suelo, aquel sonido fue horrorosamente espantoso, pero muy gracioso.

Pero entonces, apareció el Solón, un sol gigante con gafas de sol y mostacho, gruñón y muy seco.

—¡Se acabó la diversión! —rugió—. ¡Os voy a secar a todos!.

Pero justo en ese momento, los amigos tuvieron una idea: apuntaron las pistolas Súper-Chorritrónicas al Solón y le lanzaron el Chorrazo de Risa, un chorro especial que hacía cosquillas. El Solón comenzó a reír… ¡JA JA JA! ¡JI JI JI! ¡JO JO JO!. Rió tanto que se encogió hasta quedarse del tamaño de una naranja, y cuando por fin se calmó, dijo:

—Vale… podéis seguir jugando, yo me marcho que no llevo tapones en los oídos hoy, ni las gafas de bucear y no quiero ponerme malito, snifffffff (y se fue alejando mientras cada vez se hacía más pequeñito).

Desde ese día, en Chapotilandia nadie temió al calor, porque siempre estaban preparados para mojarse y reír.

Y colorín colorado, así aprendieron que cuando algo te parezca demasiado grande o difícil, ponle unas buenas risas, tu pistola de agua cargada hasta arriba… y quizás se haga el problema mucho más pequeñito.

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