El Rayo Loco y el ascensor fantástico

Había una vez, en una ciudad altísima, un edificio tan grande que parecía tocar el cielo. En ese edificio vivía un rayo muy travieso llamado Rayo Loco. Un día, Rayo Loco decidió hacer algo especial. Se subió al cielo, hizo una pirueta como un acróbata del circo más famoso del mundo y… ¡ZAS! ¡Cayó directo sobre la antena del edificio!.

Cuando el rayo tocó el edificio, ¡todo cambió!. El ascensor, que hasta ese momento solo servía para subir y bajar, ¡se volvió mágico!. En lugar de moverse aburridamente hacia arriba, empezó a girar, saltar, hacer loopigns y ¡hacer ruido como en la mayor fiesta de la mejor pista de baile!. Las luces brillaban como en un Carnaval, y las paredes del ascensor se llenaron de colores brillantes. ¡Era el ascensor más loco, bailongo y divertido del mundo!.

La primera persona en entrar fue Don Ernesto, un señor muy serio, con gafas y un bigote tan largo que parecía una escoba. Don Ernesto presionó el botón para ir al quinto piso, pero en vez de eso, el ascensor comenzó a dar vueltas como una licuadora. ¡Subía, bajaba, giraba! Y… ¡PUM! De repente, apareció en un mundo de hamburguesas gigantes que flotaban por el aire. De pronto una voz grave se escuchó: «¡Hola, Don Ernesto!», gritaron las hamburguesas . «¡Juega con nosotros al concurso de hamburguesas voladoras!». Don Ernesto completamente confundido, pero también era un hombre muy divertido, empezó a correr detrás de las hamburguesas mientras su bigote se movía como un ventilador haciendo círculos como si fuesen las hélices de un avión. Las hamburguesas reían tanto que casi caen del cielo al suelo por la parte del quedo, y sí, cuando se te cae una hamburguesa o un sándwich al suelo… siempre cae por la parte del queso espachurrándose y pegándose al suelo. Al final, el ascensor lo devolvió al edificio, y Don Ernesto, sin darse cuenta, ¡tenía una hamburguesa gigante en la mano!. «¡Esto es raro, pero hasta un premio me he llevado, ya tengo la cena hecha, yuju!», dijo mientras se frotaba los ojos por ver si estaba dentro de un sueño, pero se miró en el espejo del ascensor y sonrió porque su bigote ahora olía a ¡queso y ketchup!.

Luego entró Sofía, una niña con una mochila tan llena de libros que parecía una tortuga andante. Sofía presionó el botón para subir al tercer piso, pero el ascensor hizo un sonido raro de «¡Biiiip!» y, en lugar de subir, empezó a dar saltos como un canguro. ¡ZUM! Y Sofía se encontró en una biblioteca flotante donde los libros no solo volaban, ¡sino que también cantaban!. Un libro con gafas y una bufanda se le acercó y le dijo: «¡Hola! Soy el libro cantante, y te invito a una aventura musical». Sofía, un poco sorprendida, subió sobre el libro y comenzó a cantar con él. ¡Juntos hicieron una coreografía con todos los libros en todas las estanterías de 20 pisos que tenía aquella bonita biblioteca! ¡Algunos libros muy antiguos que crujían a cada paso, hasta se pusieron a bailar como robots!. Cuando terminó la canción, el ascensor la devolvió, y Sofía tenía en la mano un libro que le cantaba cada vez que lo abría. ¡Ala, vaya locura de viaje de ascensor, espero que mañana me pase otra nueva aventura, yuju!.

Más tarde, subió un perro llamado Pancho, un perrito con una nariz tan grande que parecía un superhéroe de los perritos. Pancho apretó con su gran nariz el botón para el décimo piso, pero el ascensor no solo subió, ¡sino que saltó al espacio!. En el espacio, Pancho se encontró con una nave espacial llena de perritos astronautas que daban saltos flotando por todos los sitios. «¡Pancho, ven a jugar al fútbol lunar!», le dijeron los perritos. Pancho, muy sorprendido porque no sabía que existían trajes para perritos astronautas, emocionado comenzó a correr con ellos, ¡pero en el espacio, las pelotas de fútbol se movían lentas como un caracol!. Pancho trató de patear una pelota con la patita de atrás, pero terminó empujándola hacia la Luna, y todos los perritos se fueron tras ella montados en un cohete hasta que los perdió de vista en el enorme espacio. Al final, el ascensor lo devolvió, y Pancho bajó con una pelotita que era tan brillante que parecía una estrella. «¡Esto ha sido increíble!», ladró Pancho mientras movía la cola tan rápido que hizo hasta viento dentro de aquel ascensor mágico.

Por último, entró Don Pedro, un hombre tan serio que ni siquiera sonreía cuando le daban una pizza con doble de queso. Don Pedro presionó el botón para bajar al primer piso, pero en lugar de eso, el ascensor se convirtió en un dragón volador con alas gigantes. «¡Vaya, vaya!», dijo Don Pedro, sin creerse lo que veía mientras se daba pellizquitos en su brazo para ver si estaba soñando o aquello era realidad, mientras se ponía un casco que había en la esquinita del ascensor. «¡Ahora soy un caballero!», dijo serio y decidido Don Pedro. El dragón voló entre nubes de colores y las montañas estaban llenas de dinosaurios con gorras de beisbol y gafas de sol. ¡Don Pedro comenzó a saltar y a hacer espadazos en el aire como si fuera un héroe de la mejor película de aventuras jamás creada!. Cuando el ascensor lo devolvió, Don Pedro se quitó el casco de caballero, ¡y en su bolsillo tenía unas gafas de sol en forma de dinosaurios, y un llavero con forma de espada medieval!.

Al final, el ascensor volvió a su forma normal, y todos los que habían subido a él, desde Don Ernesto hasta Don Pedro, se miraron y se rieron mucho cuando se vieron en la puerta de la calle. ¡Habían vivido unas aventuras tan locas que nunca olvidarían ese día!.

Y colorín colorado, todos sabían que el Rayo Loco, era el verdadero culpable de todo, y había hecho del ascensor un lugar mágico con sus pequeñas travesuras, pero también sabían algo aún más importante, a veces, las cosas más divertidas y sorprendentes ocurren cuando menos lo esperamos. Así que, ¡mantén la sonrisa siempre lista, porque la vida puede convertirse en una gran aventura en cualquier momento!.

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