¡Puuuum!. De repente, un gran chorro de confeti salió del libro y lo cubrió todo. Pero no era confeti común, ¡era confeti que hacía cosquillas!. Dylan empezó a reírse tanto que casi se cae del sofá. Y entonces, el libro se abrió solo en una página que decía: “Bienvenido a la aventura de tu vida, Dylan. ¡Prepárate!”.
Antes de que pudiera decir algo, un polvillo mágico lo envolvió y Dylan se vio transportado al interior del libro. ¡Estaba en un mundo lleno de duendes y caramelos!. Todo era de chicle: los árboles, las casas, incluso el suelo. «¡Wow!» pensó, «esto es increíble». Pero, justo cuando pensaba en comerse un trozo de una casa de pica-pica, apareció una nube de algodón de azúcar gigante que empezó a perseguirlo. «¡Alto ahí, Dylan! ¡Ese es mi territorio!» gritaba la nube mientras se acercaba flotando rápidamente.
Dylan corrió y corrió, esquivando montones de galletas y rocas de gelatina. Pero entonces, ¡se resbaló con un charco de batido de sandía!. Se levantó rápidamente, pero ahora un ejército de duendes con las caras llenas de nata le estaba persiguiendo. “¡Rápido, Dylan! ¡Salta al siguiente capítulo!” le gritó el libro, y con solo decir estas palabras, Dylan saltó a una nueva página… ¡¡¡bufffff, de la que me he librado!! dijo el niño.
Esta vez, aterrizó en un mundo submarino, ¡pero en vez de agua, todo era zumo de melocotón!. Vió a un pez con gafas de sol que nadaba y hacía trucos de magia. «¡Hola, soy Picho, el pez mago!» le dijo el pez. Dylan le preguntó si podía darle un poco de zumo, pero Picho le dijo que solo podía hacerlo si resolvía un acertijo mágico. Dylan aceptó sin pensarlo.
«¿Qué tiene 100 patas, 50 sombreros y nunca llega tarde al colegio?», preguntó Picho. Dylan pensó un segundo y luego dijo, “¡Un monstruo bailarín con zapatos de lunares al que le gustan las matemáticas y tocar la flauta!”. El pez Picho se quedo alucinando con la respuesta, nadie le había dicho nada nunca tan… así… , y con una gran carcajada aplaudió y le dio un vaso gigante de zumo de melocotón. ¡Era delicioso!.
Pero de repente, un tiburón con bigote y sombrero de copa apareció nadando y dijo, «¡Dame ese zumo, o te haré bailar el huuuula huuuula hasta que te canses!». Dylan, con su gran ingenio, le dijo de hacer un concurso de baile. El tiburón aceptó, y juntos hicieron una coreografía tan divertida ¡que hasta las medusas se unieron haciendo el extraño baile del huuuula huuuula!.
Y así, después de mil y una risas, el libro le dijo: «¡Es hora de regresar, Dylan!» Con un chasquido, Dylan cayó en su sofá, con el libro cerrado en sus manos. Miró el reloj. ¡Había pasado solo un minuto! Pero estaba tan cansado de tanto reír que se quedó dormido con la boca abierta soñando con sus próximas aventuras.
Y colorín colorado, así terminó el día de Dylan, pero la magia del libro ¡seguía esperándolo para la próxima aventura!.
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