Era la noche de Halloween en el pequeño pueblo de Calabaza Alegre, donde todos los niños esperaban con ansias el Gran Concurso de Disfraces. Este año, el premio era un enorme saco de caramelos y una medalla dorada que brillaba como el sol.

Jacinto, un niño de 8 años con una imaginación desbordante, decidió que este año se disfrazaría de… ¡un monstruo bailarín!. Se pasó semanas diseñando su disfraz: un traje verde brillante cubierto de lentejuelas y unas enormes zapatillas que hacían «¡pum!» cada vez que daba un paso. Su mejor amiga, Sofía, se disfrazó de bruja moderna, con un sombrero lleno de luces parpadeantes y una escoba que podía volar (bueno, al menos eso decía ella).

La noche del concurso, el parque estaba decorado con telarañas gigantes y calabazas sonrientes. Los niños corrían por todas partes, mostrando sus disfraces. Había vampiros, fantasmas y hasta un dinosaurio que hacía rugidos aterradores. Pero lo más impresionante era la abuelita de Jacinto, que había decidido participar como una momia bailarina. ¡Estaba envuelta en vendas y movía los brazos como si estuviera en una fiesta!

Cuando llegó el momento del concurso, todos los participantes se alinearon en el escenario. El jurado estaba compuesto por tres gatos negros muy serios (aunque en realidad eran solo gatos comunes disfrazados). El primer niño se presentó: «¡Soy un fantasma espeluznante!», dijo mientras hacía ruidos aterradores. Los gatos lo miraron con ojos grandes y asustados.

Luego fue el turno de Emma: «¡Yo soy la bruja moderna!», exclamó mientras lanzaba chispas mágicas (que eran solo confeti). Los gatos aplaudieron emocionados.

Finalmente, llegó Jacinto. Con su traje brillante y sus zapatillas «¡pum!», comenzó a bailar como si no hubiera un mañana. Hizo giros, saltos y hasta una vuelta mortal (bueno, casi). La multitud estalló en risas y aplausos. Pero justo cuando estaba a punto de hacer su mejor movimiento final, ¡se tropezó!. Cayó al suelo con un gran «¡pum!» que resonó en todo el lugar, todos se quedaron callados, la música se paró, Jacinto no se levantaba del suelo… pasaron 10, 20, 30, 40, 50 segundos… y de repente se levantó y dijo… «¿A qué os lo habéis creído?. ¡Os he dado un susto de muerteeeeeee! Jajajajaja, la música empezó a sonar y todos comenzaron a reír y bailar. Como Jacinto había planeado… ganó su esperado «Gran Concurso de Disfraces de Halloween» con ¡¡un susto de mueeeeerteeee!!.

Y colorín colorado, este cuento se sustos a terminado.

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