Había una vez en un pequeño pueblo un gato llamado Don Gato, que era muy especial. No solo porque tenía un pelaje suave y brillante, sino porque ¡era el primer gato ascensorista del mundo! Don Gato vivía en un edificio de apartamentos de diez pisos, y su trabajo era ayudar a los vecinos a subir y bajar en el ascensor.
Un día, mientras Don Gato estaba tomando una siesta en el ascensor (su lugar favorito), sonó el timbre. «¡Ding!» El ascensor se detuvo en el primer piso y entró la señora Pérez, que siempre llevaba consigo una enorme bolsa de compras.
—¡Hola, Don Gato! —dijo la señora Pérez—. ¿Listo para llevarme al segundo piso?
Don Gato estiró sus patas y dijo: «¡Por supuesto! Pero primero, ¡necesito un poco de ejercicio!» Y con eso, empezó a hacer flexiones en el suelo del ascensor. La señora Pérez no podía parar de reír.
Cuando llegaron al segundo piso, la señora Pérez salió riendo y Don Gato decidió que era hora de hacer algo divertido. Así que presionó el botón del décimo piso sin que nadie lo viera. «¡Vamos a dar un paseo por las nubes!», pensó.
El ascensor subió rápidamente y cuando llegó al décimo piso, se abrió con un «ding» estruendoso. Allí estaba el señor Rodríguez, que siempre estaba muy serio.
—¿Qué pasa aquí? —preguntó el señor Rodríguez con cara de sorpresa—. ¿Por qué hay un gato en mi ascensor?
Don Gato le guiñó un ojo y dijo: «¡Porque soy el mejor ascensorista del mundo! ¿Quieres dar una vuelta?»
El señor Rodríguez no sabía si reír o asustarse, pero decidió seguirle la corriente. Entró al ascensor y Don Gato presionó todos los botones a la vez. El ascensor comenzó a moverse como si estuviera bailando salsa: subía y bajaba, giraba a la izquierda y luego a la derecha.
—¡Esto es una locura! —gritó el señor Rodríguez mientras intentaba mantener el equilibrio.
Finalmente, después de un emocionante viaje lleno de risas y giros locos, el ascensor se detuvo en el primer piso nuevamente. Cuando las puertas se abrieron, todos los vecinos estaban allí esperando con miradas curiosas.
—¿Qué ha pasado? —preguntaron todos al ver al señor Rodríguez con su sombrero torcido y Don Gato luciendo orgulloso.
—¡Don Gato es el mejor ascensorista del mundo! —exclamó el señor Rodríguez entre risas—. ¡Nunca había tenido un viaje tan divertido!
Desde ese día, todos los vecinos querían usar el ascensor solo si Don Gato estaba al mando. Y así fue como Don Gato se convirtió en la estrella del edificio, llevando risas y diversión a cada viaje.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado… ¡pero las aventuras de Don Gato apenas han comenzado!.
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