
Había una vez, en un mundo de fantasía, un dragón grandote, gordito y muy, muy rojo que se llamaba Dragón Tiqui. Pero había algo muy raro en él… ¡no sabía echar fuego!. En vez de asustar a la gente, como los dragones normales, el Dragón Tiqui tenía un problema muy, muy serio… ¡tenía cosquillas por todas partes!.
Cada vez que alguien se acercaba, él gritaba:
—¡No me toquéis las escamas, que me entra la riiiiiiiiiiisa y ya no puedo parar en tres horas, por lo menos, sin dejar de reírme!.
Y claro, se ponía a reír tan fuerte que las montañas temblaban y los árboles perdían las hojas del susto.
Un día, llegó al reino la princesa Pepa, que no era una princesa cualquiera. No le gustaban las coronas ni los vestidos elegantes. A ella lo que le gustaba era… ¡hacer cosquillas y ponerse sus botas de montaña!. Tenía un título real: la Princesa de las Cosquillas Profesionales.
Cuando Pepa escuchó que había un dragón con cosquillas, gritó:
—¡Este es mi momento! ¡Voy a conocer a ese dragón!.
Y allá que fue, con su “pluma mágica de cosquillas” (que no era mágica, solo era una pluma de gallina del campo de su abuelo).
Cuando encontró a Dragón Tiqui le dijo:
—¡Prepárate, dragón! ¡Porque vengo a hacerte reír hasta que explotes de risa!.
Pero Dragón Tiqui, asustado, empezó a correr montaña abajo gritando:
—¡NOOOO! ¡QUE ME DESMAYO DE LA RISA! ¡AAAAY, SEGURO QUE ME HAGO PIPÍ ENCIMA DE TANTA RISA, NO QUIERO MÁS COSQUILLAAAAAAS!.
Persiguiéndole, iban todos los habitantes del reino: el rey, la reina, los caballeros, los gatos, los caracoles, hasta las abuelitas con sus dentaduras postizas, todos detrás del dragón, riéndose sin parar.
El dragón corrió tanto y rió tan fuerte, que sin querer… ¡empezó a echar fuego por la nariz!.
—¡AAAAACHÍS! —y ¡BUUUM! Y una llamarada enorme salió.
La gente se quedó callada. Hasta la princesa Pepa paró.
Dragón Tiqui sorprendido dijo:
—¿He echado fuego?.
La princesa le contestó:
—¡Claro! ¡Las cosquillas te desbloquearon el fuego por fin, Tiqui!.
Desde entonces, Dragón Tiqui no tuvo miedo a las cosquillas. Al contrario… ¡ponía un cartel fuera de su cueva que decía: “SE HACEN SESIONES DE COSQUILLAS. PRIMERA RISA GRATIS”!.
Y el reino entero se convirtió en el lugar más divertido del mundo, donde un dragón gordito y colorado hacía reír a todo el que pasaba.
Y colorín, colorado… este cuento tan divertido se ha acabado. A veces, lo que creemos que es un problema (como tener cosquillas) puede convertirse en algo maravilloso. Solo hay que aprender a reírse de uno mismo.
Y colorín, colorado… este cuento tan divertido se ha acabado. A veces, lo que nos parece un defecto es en realidad algo muy especial.
Porque hasta un dragón con cosquillas puede convertirse en el héroe del reino… si aprende a reír y a no tomarse las cosas tan en serio.
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