El camino de pizza de la Montaña Loca

Había una vez un niño llamado Sergio y su perro Bob, un perro muy bonito, peludo y un poco torpe. ¡Juntos vivían aventuras todos los días!. Pero hoy, decidieron hacer algo muy especial: ¡subir la Montaña Loca!.

La Montaña Loca no era cualquier montaña. Se decía que las rocas reían, los árboles cantaban y el viento a veces hacía sonidos de… ¡scooters!. Pero Sergio y Bob no le tenían miedo. Estaban listos para la aventura. Sergio, con su mochila llena de mandarinas, y Bob, con su alegría y su collar brillante, comenzaron a caminar hacia la montaña.

«¡Vamos, Bob, a conquistar la montaña!», dijo Sergio con una gran sonrisa. Bob, que no entendía muy bien lo de «conquistar», solo saltó de emoción. ¡Pero en su primer salto… TROPEZÓ!. ¡BooOooOooOooM!. Bob cayó directamente en una charca de barro. ¡Y ahora parecía un perro de chocolate!.

«¡Bob, estás hecho un desastre!», dijo Sergio riendo. Bob, sacudiéndose el barro, se dio cuenta de que estaba cubierto de manchas marrones. Sergio no pudo parar de reír, y Bob, claro, también se puso a correr en círculos, ¡como si fuera un perro de circo mostrando su alegría!.

«¡Sergio, creo que vamos por buen camino!», dijo Bob, aunque todavía estaba cubierto de barro; y sí, Bob era un perro que podía hablar cuando estaba en aquella montaña, ¡alucina vecina!.

Después de un rato, llegaron a la mitad de la montaña, donde encontraron un arco de flores gigantes. Era tan grande que Sergio y Bob podían esconderse debajo de él, como si fuera una cueva mágica. De repente, una flor gigante les habló. ¡Sí, les habló, en esta montaña todo el mundo habla!.

«¡Hola, pequeños!. Soy la flor más sabia de la montaña. ¿Qué quréis saber?», dijo la flor con voz profunda.

Sergio, sorprendido, le preguntó: «¿Cómo subimos hasta la cima de la montaña sin perdernos?».

La flor pensó un momento y luego dijo: «Bueno… simplemente sigan el camino que huele a pizza. ¡Eso nunca falla!».

«¡¿Pizza?!. ¡Eso sí suena bien!», exclamó Sergio. Bob, que no entendía muy bien la idea de «camino que huele a pizza», se lanzó a correr a lo loco, ¡y terminó tropezando con una roca! ¡PUM!. Fue tan fuerte que la roca dio un pequeño salto, ¡y salió rodando hacia abajo como una pelota de fútbol!.

«¡Booooob, ¿qué estás haciendo?!», gritó Sergio entre risas. Bob, con una pata levantada y cubierto de flores, le respondió: «¡Estoy siguiendo el olor a pizza, por aquí!».

Sergio no pudo más que reír y, siguiendo la pista de flores, continuaron su camino. Pero antes de llegar a la cima, encontraron algo aún más extraño. ¡Un árbol bailarín!.

«¡Mira, Bob!. ¡El árbol está bailando bachata!», dijo Sergio. Y efectivamente, el árbol tenía ramas que se movían como si estuviera bailando una canción muy pegadiza y divertida.

Bob, que nunca se perdía una fiesta, decidió unirse. ¡Se puso a mover sus patas como si fuera un profesional del baile!. ¡El perro más torpe del mundo ahora era el rey de la pista!. Sergio se unió a Bob, y pronto, los dos estaban bailando con el árbol. ¡El viento soplaba y las hojas caían en un ritmo perfecto!.

Finalmente, llegaron a la cima de la Montaña Loca. Allí, un dragón gigante los estaba esperando. Pero no os preocupéis, este dragón no era aterrador. ¡Era un dragón de peluche!. Estaba sentado en una silla, tomando un batido de frutas y mirando una película en su tablet mágica.

«¡Hola!. ¿Qué tal la subida?», preguntó el dragón sin mirar, mientras hacía una pausa en su película.

«¡Fue genial!. ¡Hemos seguido el camino de la pizza, bailamos con un árbol y Bob se convirtió en un perro de chocolate!», dijo Sergio entre risas.

«¡Qué divertido!», dijo el dragón, riendo. «Bueno, chicos, podéis quedaros aquí y tomar batidos conmigo. ¡Pero sin ensuciarme la alfombra, es de Egipto y es muy antigua!».

Sergio y Bob se sentaron junto al dragón, tomaron batidos de fresa y de vainilla, mientras el sol se ponía, y se dieron cuenta de que la mejor parte de la aventura no fue conquistar la montaña… ¡sino vivirla con risas, barro, árboles bailarines y perros torpes divertidos!.

Y colorín colorado, Sergio y el patoso de Bob llegaron a la cima de la montaña y vivieron una aventura que jamás olvidarán.

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