Bailando bajo la lluvia con el paraguas mágico de colores

Había una vez, en una ciudad muy bonita con grandes rascacielos a cada esquina, una niña llamada Rosalía. Tenía solo 6 años, pero su imaginación era tan grande como el planeta Júpiter. Rosalía no era una niña común, ¡no!. Ella tenía un secreto muy especial: su paraguas de colores.

Este no era un paraguas cualquiera. ¡No, no!. Este paraguas tenía poderes mágicos. Cuando Rosalía lo abría, todo lo que tocaba comenzaba a bailar. Las gotas de lluvia, las hojas en los árboles e incluso los charcos en el suelo se movían al ritmo de la música, como si estuvieran participando en el mejor concurso de baile de la tele.

Un día, mientras Rosalía paseaba por el parque, el cielo empezó a ponerse gris, negro, ¡muuuuuuuy negro!, y el viento soplaba como si estuviera jugando al escondite con las nubes cada vez con más fuerza. “¡La que va a caer!”, dijo Rosalía con una sonrisa traviesa. Rápidamente, sacó su paraguas de colores, lo abrió y… ¡BAM!. La magia comenzó.

La lluvia no caía como normalmente lo hacía, ¡no!. Las gotas empezaron a saltar de un lado a otro, girando como si estuvieran en una competición de break dance. ¡Qué locura!. Rosalía comenzó a dar saltitos de felicidad, moviendo sus pies al ritmo de la lluvia. ¡Cada vez que pisaba el suelo, los charcos daban vueltas como si fueran patines!.

“¡Baila, lluvia, baila!”, gritaba Rosalía. Y en ese momento, su paraguas de colores comenzó a girar solo, como si fuera un tornado gigante. Las gotas de agua siguieron el ritmo, y las nubes, que antes estaban todas arrugadas y tristes, empezaron a hacer movimientos de ballet como si fueran unas bailarinas elegantes, hasta hacían figuras divertidas en el cielo. ¡Era una fiesta de lluvia, nubes, paraguas y los pasos mágicos de baile de la Rosalía, traaa traaaahhh!.

Pero lo más increíble de todo fue lo que ocurrió después. ¡Un grupo de patitos apareció en un charco cercano!. ¡Y no estaban solo nadando, estaban haciendo piruetas como si fueran parte de un espectacular circo!. Uno de los patitos incluso se subió sobre un tronco y comenzó a hacer un salto mortal triple hacia atrás. ¡Rosalía no pudo evitar reírse a carcajadas!.

“¡Esto es mejor que cualquier espectáculo de magia que vemos en el teatro!”, pensó Rosalía.

A lo lejos, vio a su amiga Clara, que estaba corriendo bajo la lluvia sin paraguas. ¡Pobre Clara!. Se veía toda mojada y con cara de no saber qué hacer. “¡Clara, ven aquí!”, gritó Rosalía, agitándole su paraguas de colores como si fuera una bandera de bienvenida. Clara se acercó rápidamente, con el cabello empapado y una gran sonrisa mientras le caían los chorretones de agua por los mofletes. “¿Qué pasa, Rosalía?. ¡Te estás mojando mucho!”, le dijo mientras se sacudía las gotas de su cabello.

“¡No me estoy mojando, estoy bailando, mira!”, dijo Rosalía con cara de mago. “¡Mira lo que puede hacer mi paraguas!”. Y justo en ese momento, las gotas de lluvia empezaron a saltar alrededor de ellas como si fueran parte de una coreografía loca elevándose hasta la copa de los árboles. Clara se quedó boquiabierta. “¡Esto es increíble!”, gritaba mientras alucinaba con lo que estaba pasando.

Rosalía le dijo: “¡Ven, Clara, únete a la diversión!”. Así que Clara, sin pensarlo dos veces, comenzó a saltar y girar con ella bajo la lluvia. ¡Estaban como dos cabritillas dando vueltas y vueltas, mientras los patitos hacían seguían haciendo saltos mortales para atrás y para delante, y las nubes danzaban ahora haciendo figuras de animales por todo el cielo!.

Finalmente, cuando la lluvia empezó a calmarse y las gotas ya no eran tan juguetonas, Rosalía y Clara se sentaron en el césped, empapadas pero con una gran sonrisa. El paraguas de colores dio un último giro como si estuviera cansado de tanto bailar, y se cerró lentamente, como si estuviera dando su último saludo al público después de un gran concierto de rock.

“¿Sabes qué?”, dijo Rosalía, mientras todavía se le caían algunas gotas de agua de la cara. “Hoy fue el mejor día de todos. Aunque el día sea negro, nuestro baile lo hizo más divertido.”

Clara sonrió y le dio un codazo a Rosalía. “¡Sí, y eso que todo el mundo dice que la lluvia es aburrida!. Yo creo que, si sabes bailar con ella, puede ser la fiesta más divertida de todas.”

Y así, mientras caminaban de regreso a casa, el sol empezó a salir tímidamente entre las nubes, como si estuviera aplaudiendo el increíble espectáculo de lluvia y baile que habían tenido. Rosalía miró al cielo y dijo con una gran sonrisa: “¡La lluvia no tiene por qué ser aburrida, pero eso sí, hay que llevar siempre cuidado y precaución!. Así que, con una sonrisa y un paraguas de colores, hasta el peor día puede convertirse en el más divertido de la semana.”

Y colorín colorado, no importa si el cielo está gris o si la lluvia nos moja. Si tenemos una buena actitud y sabemos cómo disfrutar del momento, ¡hasta los días más lluviosos pueden convertirse en un gran baile de alegría!.

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