Había una vez un valiente astronauta llamado Capitán Tito, que soñaba con explorar el espacio. Un día, subió a su cohete espacial, el «Estrella Saltarina», y se lanzó al infinito. Después de un emocionante viaje lleno de estrellas y planetas brillantes, algo extraño sucedió: ¡su brújula se volvió loca! En lugar de aterrizar en el planeta Zog, donde había planeado ir, ¡aterrizó en un mundo completamente equivocado!
Cuando el polvo del aterrizaje se asentó, Tito salió de su cohete y se encontró en un lugar muy raro. El cielo era de color verde fosforescente y las nubes parecían enormes malvaviscos flotantes. Pero lo más extraño de todo eran los tres extraterrestres que lo estaban mirando.
El primero era un ser azul con orejas largas y peludas que se llamaba Blip. Tenía una sonrisa tan grande que parecía que le iba a estallar la cara. El segundo era un extraterrestre amarillo con ojos saltones llamado Zoggy, que no paraba de rebotar como si tuviera resortes en las patas. Y el tercero era una criatura morada llamada Floop, que tenía brazos tan largos que podía tocarse la cabeza con los pies.
—¡Hola, humano! —gritó Blip mientras saltaba hacia Tito—. ¡Bienvenido a nuestro planeta! ¿Quieres jugar?
Tito miró a su alrededor y vio que no había nada más que diversión en este lugar. Así que decidió unirse a ellos.
—¡Claro! ¿Qué juego vamos a jugar? —preguntó Tito emocionado.
Zoggy comenzó a rebotar aún más alto y dijo:
—¡Vamos a jugar al escondite intergaláctico! ¡Tú cuentas y nosotros nos escondemos!
Tito aceptó el desafío y comenzó a contar:
—Uno… dos… tres…
Mientras contaba, los extraterrestres comenzaron a correr en direcciones opuestas. Blip se escondió detrás de un enorme malvavisco, Zoggy saltó dentro de una burbuja gigante y Floop se enrolló alrededor de un árbol como si fuera una serpiente.
Cuando Tito terminó de contar, empezó a buscar. Primero fue tras Blip.
—¿Dónde estás, Blip? —preguntó mientras miraba detrás del malvavisco.
Blip salió riendo: “¡Aquí estoy!” Y juntos comenzaron a reírse tanto que casi se caen al suelo.
Luego fue tras Zoggy. Al encontrarlo dentro de la burbuja gigante, Zoggy salió disparado hacia arriba como un cohete.
—¡Sorpresa! —gritó mientras volaba por los aires.
Finalmente, Tito buscó a Floop. Cuando lo encontró enrollado en el árbol, Floop decidió hacer una broma y empezó a balancearse hacia adelante y hacia atrás hasta caer suavemente sobre Tito.
—¡Boo! —gritó Floop mientras caía.
Tito soltó una risa estruendosa. Nunca había jugado algo tan divertido en su vida.
Después de varias rondas de juegos locos como «Atrapa la burbuja» (donde tenían que atrapar burbujas gigantes antes de que estallaran) y «La carrera del malvavisco» (donde corrían para ver quién podía comer más malvaviscos sin reírse), Tito se dio cuenta de que ya era hora de regresar a casa.
—Chicos, ha sido increíble jugar con ustedes —dijo Tito con una gran sonrisa—. Pero tengo que volver a mi planeta.
Los extraterrestres hicieron pucheros porque no querían que se fuera. Entonces Blip tuvo una idea brillante:
—¡Esperen! ¡Podemos hacerte un regalo para tu viaje!
Y así, los tres extraterrestres comenzaron a trabajar juntos para crear algo especial. Usaron burbujas brillantes, malvaviscos pegajosos y hasta algunas risas mágicas para hacerle un sombrero espacial muy divertido lleno de colores brillantes.
—Este es tu sombrero intergaláctico —dijo Zoggy mientras le ponían el sombrero en la cabeza—. Te protegerá durante tus aventuras espaciales.
Tito estaba encantado con su nuevo sombrero y prometió volver algún día para jugar otra vez con sus nuevos amigos.
Con una sonrisa en el rostro y su sombrero puesto, subió al «Estrella Saltarina» y despegó hacia las estrellas mientras los extraterrestres lo saludaban desde abajo.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado… ¡pero las aventuras del Capitán Tito apenas han comenzado!.
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