El parque de atracciones de las manivelas mágicas

Había una vez un niño llamado Alex, que vivía en una ciudad donde nunca había un día que fuese aburrido. Un sábado, sus padres le dijeron con mucha emoción: “¡Vamos al parque de atracciones!”. Alex se puso tan contento que salió corriendo y hasta olvidó ponerse sus zapatos. Cuando por fin llegaron al parque, vio un montón de montañas rusas, carruseles, ruedas de la fortuna y hasta una noria que parecía más grande que un edificio de 15 plantas. ¡Estaba en el paraíso de la diversión y emoción!.

Pero cuando llegaron a la entrada, algo extraño pasó. El parque estaba extraordinariamente silencioso. No se oía la música ni los gritos de emoción de los demás niños. Las atracciones, como si estuvieran esperando a ser usadas, no se movían ni un poquito.

Alex miró a su alrededor y vio a un hombre vestido con un traje raro, que estaba parado cerca de la entrada. El hombre le sonrió y dijo: “¡Bienvenidos!. Aquí, todas las atracciones funcionan de una forma especial: solo si alguien les da a las manivelas sin parar. ¡Así que prepararos para un día muy… ¡manivelanteeeeee!”.

“¿Queeeeé?”, dijo Alex confundido.

“¡Así es!. Cada vez que quieras que algo se mueva, tendrás que girar una manivela todo el tiempo”, explicó el hombre mientras señalaba a una enorme rueda de la fortuna.

Alex no podía creerlo, pero decidió intentarlo. Se acercó a la rueda gigante y vio que había una manivela enorme a un lado. Sin pensarlo, comenzó a girarla. ¡Gira, gira, gira!. La rueda empezó a moverse… ¡pero de una forma tan lenta que parecía que estaba haciendo yoga!. Cada vez que Alex dejaba de girar, la rueda se detenía. Entonces, Alex tuvo que girarla más rápido, ¡más rápido! y pronto comenzó a sudar como si hubiera corrido una maratón. Al fin, después de mucho esfuerzo, la rueda subió lentamente, y Alex gritó: “¡Esto es más difícil que hacer una tortilla de patatas de 10 huevos!”.

Luego, decidió probar otro juego. Vio una montaña rusa con una pista gigantesca, pero otra vez, la única forma de hacerla moverse era girando una manivela en el suelo. Alex se subió y comenzó a girar. ¡Gira y giraaaaaaaaaaaaa!. La montaña rusa se movía un poquito, pero de repente comenzó a moverse tan despacio que parecía más bien un paseo en caracol. Alex gritaba: “¡¿Dónde está la velocidad?!. ¡Esto es más lento que una tortuga!”.

Cuando al fin la montaña rusa subió, comenzó a caer tan despacio que Alex sintió como si estuviera en una película de terror… pero de la risa, todo iba a cámara leeeeeenta. ¡Ni siquiera podía gritar de lo lento que iba!.

Decidió probar suerte en el carrusel. Subió a un caballo blandito que parecía estar hecho de plastilina, y una vez más, encontró una manivela. Pero cuando la giró, el carrusel comenzó a moverse… ¡tan rápido que parecía una batidora!. Los caballos daban vueltas como locos, y Alex, sujetándose fuerte, casi pensó que se iba a caer. ¡La gente que pasaba por allí se quedaba mirando, pero más que impresionados, estaban muertos de la risa de lo que estaba sucediendo!. Alex, acababa de descubrir, después de casi todo el día de esfuerzo, la manivela dorada, que hacía un pase ¡a toda velocidad!. Así, terminaron de disfrutar de todas las atracciones con muchas risas y emociones a toda velocidad.

Al final del día, Alex ya no podía con más. Estaba tan cansado, sudado y, por supuesto, con agujetas de tanto reírse y de tanta manivela, que se sentó en un banco mientras se comía un gofre de chocolate para recuperar fuerzas: “Papá, mamá, ya no quiero más manivelas, ¡creo que este parque es el más loco de todos los que hemos ido!”.

Su mamá le sonrió y dijo: “Eso pasa cuando tenemos que hacer las cosas por nosotros mismos. ¡Un poquito de esfuerzo siempre trae también mucha emoción y diversión, reto conseguido!”.

“Entendido, mamá”, dijo Alex, “pero la próxima vez, ¡recuérdame que construya un robot y nos lo traemos para que nos ayude a girar las manivelas, por favor!”.

Y colorín colorado, así terminó el día más divertido y extraño que Alex había tenido en un parque de atracciones. Aunque estaba agotado, nunca olvidó cómo, con solo girar una manivela y su esfuerzo, podía vivir las aventuras más divertidas del mundo.

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